Palabras de apertura de Nelson Espinal Báez, moderador de la presentación de las Memorias II “Ahora que lo puedo contar” de Monseñor Agripino Núñez Collado.

“Agradezco a monseñor Agripino Núñez Collado su invitación para ser el moderador de este significativo acto de presentación del segundo tomo de sus memorias. Sin lugar a duda, uno de los grandes artífices de la historia contemporánea y gran titán del emprendimiento público, que encausó su capacidad forjadora, en lo que es hoy la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

Como dijo don Pepín Corripio, en la presentación del tomo I: “Afortunadamente lo hizo con la Madre y Maestra y no a través de la empresa privada pues hubiese sido un temido competidor”.

Damas y caballeros, hoy recibimos con solemnidad y alegría, el tomo II de las memorias del gran conciliador y mediador de República Dominicana moderna, testimonio clave para entender nuestro presente lleno de nuevos retos y grandes oportunidades.

Sin conocimiento vivo de nuestra memoria histórica, nunca podremos entender adecuadamente el presente ni construir el porvenir.

“Una nación está integrada por seres que existen y por seres que no existen porque ya murieron, o porque no han nacido… las personas que nunca se preocupan por su memoria histórica jamás mirarán hacia la posteridad”, afirmaba el gran político y pensador británico Edmund Burke.

Quien entendía la existencia de las naciones como entidades simbólicas y orgánicas vivas, decía: “Los muertos (también) nos gobiernan…”, y con ellos, todas las generaciones precedentes que asumieron su responsabilidad, en diferentes formas y circunstancias, y por supuesto las futuras generaciones.

En otras palabras: La integridad y continuidad histórica de una nación depende del compromiso intergeneracional.

Nuestro economista e historiador, ya reconocido como un clásico, Bernardo Vega, expresa en el prólogo de esta obra que “no son muchos los dominicanos que han publicado sus autobiografías” …y agrego, dejándonos carentes de sus saberes y enseñanzas. Por eso estas memorias tienen gran valor para la madurez democrática de nuestra nación.

Quiero aprovechar este escenario para dejar constancia, no solo como académico sino como practicante de los procesos de negociacion y dialogo en América Latina lo siguiente:

A las élites en Latinoamérica les resulta difícil asumir con seriedad de propósito los procesos de concertación; prefieren imponer antes que negociar y de manera paradójica algo que la mayoría de los dominicanos ignoran, una de las características de las élites dominicanas, a partir del 1978, ha sido su vocación y capacidad de diálogo y concertación.

Procesos en los cuales monseñor Agripino Núñez Collado y la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra han sembrado productivas semillas para que floreciera la cultura de diálogo en nuestra Republica Dominicana.

Incomprendido muchas veces, pues no obstante lo anterior nuestra cultura está más asentada en el arbitraje que decide y toma partido en favor de uno y en contra del otro, y no en la cultura de la mediación que facilita una solución donde todos ganen y todos se sientan tratados con justicia. La ayuda de monseñor fue decisiva para que nuestras élites sindicales, empresariales y políticas arribaran a pactos y acuerdos de gran importancia, que mantuvieran y consolidaran la paz social y política que disfrutamos.

El desafío de resolver disputas o conflictos públicos reside en una gran proporción en la capacidad del mediador de estructurar y dirigir un proceso que respete la diversidad y las diferencias entre las partes, acepte la complejidad de los asuntos y entienda el contexto político, económico y social en que se produce la discusión.

En ese complejo entramado rinde grandes frutos la exitosa misión mediadora de monseñor Agripino.

Recuerdo siempre cuando me dijo en una ocasión, en medio de un Diálogo Nacional: “Nelson, fácil no es, posible siempre será”.

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