Una de las características de los dominicanos, además de su hospitalidad, es la capacidad de ingenio que tienen cuando se encuentran ante una situación especial. Era el caso de Santiago de la Rosa de la Cruz (Chalo Mecha).

Este inició el oficio de Barbero cuando apenas contaba los 14 años de edad, sin imaginar que iba a ser uno de los más famosos peluqueros de Hato Mayor del Rey.

Decidió ser barbero en 1955, cuando de relajo visitaba la peluquería de Don Ernesto Reyes, que operó su negocio, donde estuvo la tienda miscelania de Rafael Acevedo, en la calle Duarte, al lado de Vega Graphic.

Buscó tijera, un espejo, agua, utensilios esenciales para el recorte de pelo y se instaló a pelar cabezas, cuando apenas se pagaban 35 centavos por una «pelá».

En 1976 se trasladó a la barbería de sus hermanos Jesús y Pedro de la Rosa, ubicada en la avenida Duarte, al lado de lado de agencia de Motor Vito P&P. Ahí permaneció hasta días antes de su muerte, provocada por un accidente de tránsito, que le agravó su estado de salud.

El local dónde permaneció 67 años era pequeño, pero muy concurrido.

Chalo llegó a narrar al periodista Manuel Antonio Vega, para su libro «Hato Mayor Historia y Biografías, que comenzó con una pequeña clientela que a través de los años se fue duplicando, hasta convertirse en el barbero de pobres y ricos de la ciudad.

«Recortar hasta que haya clientes», fue el lema que le llenaba la barbarie de lunes a domingos.

Chalo Mecha, como se conoció en el católico pueblo de Hato Mayor, el protagonista de esta crónica, nació el 25 de Junio de 1939. Fueron sus padres Leopoldo de la Cruz y Herminia de la Rosa. Alcanzó el sexto curso de primaria en la Escuela de Las Palmillas.

Recuerdo que cuando mis padres Doña Gladys de la Rosa e Ireno Vega (Don Neno Vega), decidió traernos a vivir al pueblo, en 1969, era con Chalo Mecha, que mis hermanos y yo teníamos que recortarnos.

Era conversador y contaba historias y anécdotas a sus clientes mientras iba quitando pelo s de la cabeza.

Gustaba de exhibir prendas de oro, por lo que hasta recortando colgaba un cordón de oro al cuello, guillos y anillos del precioso metal.

Residía en la calle Genaro Díaz, en el sector Villa Canto, en una casa que adquirió con recursos ganados en su peluquería.

Posted in Destacado, Lo más leídoEtiquetas

Más de destacado

Más leídas de destacado

Las Más leídas