Francisca Jiménez es presidenta adjunta de la Confederación Sindical de las Américas (CSA)

La condición de mujer pobre y negra operó en Francisca Jiménez Paniagua como estímulo de su lucha contra todo tipo de discriminación. Desde muy joven, laboraba como compiladora de los tiques que recibían los cortadores de caña en el Ingenio Catarey. Ese fue su primer encuentro cotidiano como la explotación de la fuerza de trabajo, aunque no con la pobreza y la discriminación que sufría en carne propia.

Cansada por la insatisfacción con la injusticia, ingresó a la entonces Confederación Autónoma Sindical Clasista (CASC) en 1978, y en ese año también se recibió de Licenciada en Enfermería por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), lo que luego la llevó a abandonar el ingenio y comenzar a trabajar en el Hospital Psiquiátrico Padre Billini, en Pedro Brand y en el Subcentro Materno Infantil de Villa Altagracia.

Cuando aún en el país no existía el régimen subsidiado de la seguridad social que ampara hoy a la fuerza de trabajo informal, Jiménez Paniagua puso en marcha la Asociación Mutual de Servicios Solidarios (Amossol-CASC) para lograr que la clase trabajadora del sector informal de la economía comenzara a cotizar a la Seguridad Social. Gracias a ella, miles de trabajadores y trabajadoras y casi mil empresas están amparadas hoy por la Ley 87-01 que crea el Sistema Dominicano de Seguridad Social.

  1. Origen humilde
    Procedo de una familia muy humilde, mis padres Evangelina Puello de Jiménez y Víctor Jiménez son nacidos y criados en Villa Altagracia. Mi mamá va a cumplir 90 años, es el pilar de la casa, mi papá falleció hace unos años, fue jornalero. Fuimos once hermanos de padre y madre, siete hembras y cuatro varones, soy la mayor de todos, somos muy familiar. Recuerdo que en el barrio había un solo televisor a blanco y negro, era en la casa de Luisa Pozo, ella lo ponía en la ventana del frente de su casa a las cuatro de la tarde. Como a esa hora no había tanto tránsito de vehículo, nos poníamos a ver los muñequitos, a Cantinflas o cualquier otro programa de la época. La Comadre, como le decíamos en el barrio murió el año pasado, 2021, a los 105 años”.
  2. Niñez con carencias, pero feliz
    A pesar de las carencias, tuvimos una niñez sana, feliz… Dentro de esa pobreza estaba el amor y el cuidado de los vecinos, éramos felices con lo que había, nos criamos hasta satisfechos, como no había más uno disfrutaba con lo poco que se tenía. Salíamos a brincar soga, a jugar en el patio de la escuela que ahora es el Barrio Caribe, fuimos muy felices con lo que teníamos. Mi mamá quería que estudiáramos, por ser la mayor me decía que tenía todas sus esperanzas puestas en mí, que yo tenía que trazar el camino. Mamá quería que sus hijos fuéramos más de lo que fue ella, que solo pudo llegar a un sexto grado de la primaria. A pesar de las dificultades propias de la vida, nosotros seguimos ese norte que mi papa y mi mamá nos trillaron. Dios ha permitido que ella esté todavía a mi lado”.
  3. Sus estudios
    Cursé la primaria y secundaria en el Liceo Javier Angulo Muridi en Villa Altagracia, luego seguí en el Liceo Manuel Arturo Patín Maceo. Una cosa que me marcó de mis estudios fue cuando pasé al cuarto de primaria, tenía nueve años. En esa época los profesores iban a las casas de los estudiantes a llevar las notas, recuerdo que cuando el profesor Barnechea se la entregó a mi mamá y ella leyó que era estudiante sobresaliente me dijo usted el próximo año va a ir diferente a la escuela cueste lo que me cueste, porque en usted están sembradas mis esperanzas. Como éramos muy pobres, vestíamos de lo que le regalaban a mi mamá en la casa de familia donde trabajaba como doméstica, los uniformes que nos poníamos para ir a la escuela también eran usados. En el barrio, la señora Mercedes vendía telas por yardas y por encargo, entonces mi mamá le dijo que necesitaba hacerme un uniforme para que lo estrenara en cuarto curso. Como forma de pago, mamá se comprometió a lavarle y plancharle durante las vacaciones. Supongo que la señora lo mandaría hacer, porque ella solo vendía las telas. Recuerdo que era una falda entachonadita de caqui que no podía tener más de media yarda y una camisita también caqui. Los tenis eran usados, se los habían regalado a mi mamá en la casa donde trabajaba”.
  4. Profesores por vocación
    Como en Villa no había un liceo oficial, varios profesores nos daban las clases como una forma de ayudarnos para que no paráramos los estudios. Íbamos al liceo una o dos veces cuando teníamos las posibilidades. Los padres de un grupo de muchachos se pusieron de acuerdo, hablaron con un señor llamado Isidro y lo contrataron para que nos llevara al liceo Elías Rodríguez de Bonao. Así logramos terminar el bachillerato, aun sin tener en que caernos muertos. A veces durante el camino le decíamos a Isidro que se parara 10 minutos en el puente del Rio Yuboa para darnos un chapuzón, aunque él no quería, siempre lo convencíamos. Fueron épocas bonitas a pesar de tantas carencias económicas. Salí del bachillerato a los 16 años”.
  5. Secretaria de su papá
    Como mi papá vendía frío frío y sándwiches, les fiaba a los trabajadores del Ingenio Azucarero Catarey, yo era su especie de secretaria, anotaba en un cuaderno los nombres de las personas a las que les fiaba. Como papá era muy amigo del administrador del ingenio Eduardo Santini, un día le pidió que lo ayudara conmigo, que él no tenía los recursos y no quería que yo dejara de estudiar. Cuando él le preguntó mi edad, papá le dijo que tenía 16 años, entonces el señor Santini le contestó que aunque no tenía cédula y era menor de edad me iba a ayudar. Fue ahí cuando entré al ingenio haciendo paqueticos de tickets para pasarlo al Departamento de Contabilidad. Ahí duré casi dos años. Mi papá también le solicitó que me acomodaran el horario para que pudiera asistir a la universidad. Ese señor me ayudó bastante, me ubicó en un horario que me permitió seguir mis estudios”.
  6. Compañero de estudios
    Recuerdo a un compañero de estudios, Jesús María Márquez que se hizo médico con una limpiabotas en el parque de Villa Altagracia. Él fue un ejemplo, un muchacho cuyo padre vendía pedacitos de tabaco para el sustento de la familia. Recuerdo que era uno de los estudiantes más brillantes, nos explicaba cuando no entendíamos las clases. Gracias a Dios tuve la oportunidad de hacerme enfermera y pude trabajar muchos años en el Hospital Psiquiátrico Padre Billini en Pedro Brand donde coincidimos, era su director. Llegué al hospital cuando terminé la carrera, una vecina enfermera me dijo que Matilde Corporán, también enfermera se hizo médico y la habían nombrado. Como su plaza estaba vacante, ella habló con el doctor respecto a mí y él le contestó que me conocía. Como todavía trabajaba en el ingenio, le pedí que me diera una semana para renunciar de mi otro trabajo, entonces me contestó que me iba a esperar. Hablé con el administrador del ingenio, y luego entré al hospital en el puesto de Matilde”.
  7. Su entrada al sindicalismo
    Al mes de trabajar de enfermera, llegó una comunicación de la Unión Nacional de Servicios de Enfermería Dominicana (UNASED) para un curso de 15 días sobre seguridad social en el Instituto de Formación Agraria y Sindical (INFAS), en el Kilómetro 12. El sindicato me llamó la atención, sus objetivos coincidían con lo que me gustaba, pedí el permiso y fui al curso. Cuando escuché la esencia que significa la seguridad social, me preguntaba cómo me podía afiliar, ya venía con un antecedente desde el ingenio donde había un sindicato de trabajadores de la caña, cuyo secretario era José Antonio Peña. Recuerdo que un día él me preguntó si me quería inscribir al sindicato, de una vez le pregunté cómo podía hacerlo. A partir de ahí empecé a interactuar con el sindicato y a los seis meses ya era la delegada. Gracias a dios no me arrepiento, ese sindicato me marcó porque pude trabajar, devolver a la familia lo que quizás era mi compromiso, pero más allá de la familia pude dar en sentido general a la sociedad”.
  8. Ley de la Seguridad Social
    En 2003 trabajamos mucho en la construcción de la Ley de la Seguridad Social. Afortunadamente me fui involucrando a nivel del sindicato sin dejar mi trabajo. Llegué a ser la secretaria de Organización Nacional de la Asociación Mutual de Servicios Solidarios (CASC). Recuerdo que en agosto del 98 se hizo una huelga nacional que paralizó el país, coordinada entre las centrales sindicales, las iglesias y hasta los partidos políticos en favor de la Ley de Seguridad Social, que sentó al presidente en la mesa de discusión. El primer punto a discutir fue esa Ley en el país, teníamos un seguro social con muchas limitaciones. Al pronunciarse la Ley en 2001 todos estábamos contentos, pero cuando vino su aplicación en 2003 nos dimos cuenta que no era posible, porque si bien es cierto que es ley, las condiciones en el país no estaban dadas y todavía se están dando los recortes por pedacitos y de eso el mercado se ha aprovechado mucho. Pero en esa dinámica, quien peleó con nosotros fue ese batallón de choferes que maneja dinero diario y que tiene un alto riesgo por el trabajo que realiza, ellos se estaban quedando fuera de la ley, entonces lo que hicimos fue comprometerlos para que pudieran cotizar y recibir beneficios. Comenzamos a pensar y a parir ideas, les vendimos tantos sueños sobre esa ley, cogimos mucha lucha, entonces de ahí nació la Asociación Mutual de Servicios Solidarios (Amussol-CASC)”.
  9. Organización sector transporte
    Cuando era secretaria de organización organizamos todo el sector transporte en sindicatos. Para organizar esos trabajadores lo que hicimos fue contratarles seguros médicos privados para que tuvieran beneficios, los pagaban los usuarios. Los choferes le pusieron Correcaminos, era un seguro de viaje permanente que tenía una cobertura de salud y de vida por cualquier accidente que se presentara. Ese seguro entre los años 98 y 2005 hizo estragos, muchas mujeres se enteraron de que si al subir a la guagua pagaban cinco pesos adicional a los tres que costaba el pasaje le daban su tarjetita de seguro. Fueron muchas las mujeres que se les presentó el parto en las guaguas y dieron a luz en clínicas privadas sin tener un centavo, porque el seguro lo pagaba todo. Después uno escuchaba muchas anécdotas de esos niños que habían nacido gracias a ese seguro, a esos pequeños les apodaban Correcaminos. Ese seguro se llamaba SEGNA, ahora es ARS Humano”.
  10. Seguro de Vida
    En 1998 se hizo el primer contrato, se hicieron unos tiques que se cobraban en la terminal. Recuerdo el caso de unas personas que murieron en un accidente de tránsito entre el trayecto Hato Mayor-El Seibo, chocaron dos guaguas, entre ellas estaba una directora de escuela muy reconocida, ella había comprado su ticket de su seguro. En ese momento me encontraba dando una charla en La Romana a un grupo de mujeres en SITRAIR. El coronel Jaime Marte Martínez me llamó para que lo acompañara al lugar del accidente, cuando llegué me comentó que tenían los cheques de vida para firmarlos y entregárselos a los familiares de los fallecidos. Cuando llegamos al lugar de los velatorios, hablamos con la hija de la profesora para entregarle el cheque, pero ella nos informó que iban a realizar un culto en La Glorieta y que quería que le entregáramos el cheque ahí para que la comunidad supiera de ese seguro. Eso fue algo que se promocionó solo. Ahora estamos trabajando con las trabajadoras domésticas, tenemos sobre 3,700 cotizando a la seguridad social en coordinación con su empleadora. Aquí no vendemos seguro, trabajamos en coordinación con la DIDA y La Sisalril”.

Esposo e hijos

“Soy viuda, mi esposo Samuel Tolentino falleció hace siete años. Lo conocí cuando era estudiante, él trabajaba en la Industria Nacional del Papel, era viudo, tenía cuatro hijos pequeños, tres hembras y un varón. Con mi esposo tuve tres hijas y crié cuatro de sus matrimonios anteriores. Cuando nos casamos la más pequeña de sus hijas tenía un año y seis meses. Gracias a Dios mi esposo fue una persona que me dejó ser yo mismo. Cuando la fábrica donde trabajaba cerró se convirtió en mi secretario sindical, él era que me convocaba las reuniones, fue mi asístete todo el tiempo, siempre estábamos juntos, levantamos nuestra familia juntos. Sigo con mi casa materna en Villa Altagracia, aunque estoy más tiempo en mi apartamento de Los Ríos. Mis tres hijas viven en España, la más pequeña hice que viniera a terminar una carrera que tenía incompleta, ya la
terminó y fue de nuevo a España”.

Logro
Estamos trabajando con las trabajadoras domésticas, tenemos sobre 3,700 cotizando la seguridad social en coordinación con su empleadora”.

Ayuda
Como en Villa Altagracia no había un liceo oficial, varios profesores de la escuela nos daban clases para que no paráramos los estudios”.

Recuerdos
Como éramos muy pobres, vestíamos de lo que le regalaban a mi mamá en la casa de familia donde trabajaba como doméstica”.

Exhortación
Mi mamá quería que estudiáramos, por ser la mayor me decía que tenía todas sus esperanzas puestas en mí, que yo tenía que trazar el camino”.

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