La diseñadora santiaguera comenzó con su boutique en 1968 en un pequeño local en la Arzobispo Noel, esquina Hostos

Farah Josefina Cabrera Estévez creció entre agujas y botones, pues su madre y su abuela materna eran modistas. Sin lugar a dudas, ella es  una profesional, maestra y sobre todo ícono de la moda que marcó un antes y un después en esa industria en la República Dominicana.

En conversación con elCaribe, la diseñadora santiaguera recordó que desde los 10 años cosía sus propios vestidos, lo que a su entender, de una forma u otra dirigió su interés hacia la moda.

Como en el país no había escuelas para estudiar diseño de moda, compraba toda clase de libros que hablara de diseño de moda, de patrones, y aunque venían en el idioma inglés, esa situación no mermó en ella los deseos de aprender el oficio y poco a poco se fue abriendo camino hasta convertirse en un ícono en la moda tanto dentro como fuera del país.

1. En casa de los abuelos

Nací en Santiago en 1941, tengo mis primeros 81 años. Cuando mis padres se divorciaron, Tita Lola, mamá de los León Estévez, trajo a mi madre para Santo Domingo para que se abriera camino, entonces ella nos dejó a mi hermana Lourdes Sofía y a mí en la casa de mis abuelos Sofía de Estévez y José Antonio Estévez hasta que las cosas se solucionaran. Mi hermana estaba prácticamente recién nacida y yo todavía muy pequeña. Me contaba mi abuela que cuando tenía dos años me dio tifus, que en esa época era mortal porque no había cómo combatirlo. Estuve internada en una clínica, los médicos me desahuciaron y me mandaron a morir a mi casa. Mi abuela me llevó para donde mis bisabuelos Paula Ramos y Manuel Santana, por eso digo que soy producto de la fe de mi bisabuelo y de los remedios caseros porque los médicos me habían desahuciado. Y por supuesto, por la obra de Dios. Mi madre nos visitaba en vacaciones o cuando podía venir a Santiago”.

Farah Cabrera fue reconocida por el Ayuntamiento de Santiago por sus aportes a la industria de la moda

2. Infancia feliz

En casa de los abuelos viví una infancia muy feliz, éramos muchísimos entre nietos e hijos de ellos, mi familia es grande, tenía tías más jóvenes que yo, pero siempre hubo una relación bella, de hermandad. Aunque mi mamá y dos tías mayores se habían casado, quedaban 9 hijos. Nos educamos en un ambiente de mucho amor y sobre todo de muchas reglas, las cosas eran por el librito. Mi abuelo era una persona con una inteligencia, yo diría casi innata, era agrónomo pero era un lector ávido. Recuerdo que cuando le preguntábamos el significado de algo, nos mandaba al diccionario, decía que cuando uno pasa el dedo aprende por lo menos dos palabras más antes de llegar a la que buscamos. En mi casa teníamos que respetarnos desde el más chiquito hasta el mayor, eso creó una unidad en la familia, la cual todavía se mantiene y hemos luchado para que las generaciones que van subiendo se mantengan así mismo. En casa de mis abuelos estuve hasta los 15 años”.

Farah Cabrera es un ícono de la moda de la República Dominicana

3. Educación con disciplina

En casa había mucha disciplina, mi abuela nos levantaba todos los días entre 5 y 6 de la mañana para estudiar antes de ir a clases. Antes los colegios tenían dos tandas, asistía de 8 de la mañana a 12 del mediodía y volvía a las 2 de la tarde hasta 5. Cuando no teníamos que estudiar, había que ir a misa, ella era muy devota de la Virgen, la iglesia La Altagracia nos quedaba relativamente cerca. Esa era la rutina. También aprendimos a cocinar, lavar, planchar, a hacer de todo, cada quien tenía asignada una tarea doméstica. A los 10 años ya sabía cocinar, mi abuela nos enseñó, nos turnábamos, al principio hacía muchos tollos, pero aprendí, siempre me ha gustado cocinar. Ella también nos enseñó a planchar esas camisas blancas y pantalones de caqui que se usaban en ese tiempo, pues en la casa había seis hombres, teníamos que planchar obligado y no me arrepiento, porque eso nos enseñó a tener los conocimientos para saber hacer las cosas”.

4. Como una tacita de cristal

De niña era muy tranquila, la enfermedad de tifus me tranquilizó obligado, nunca puede montar patines, patinetas, ni nada que implicara un riesgo, porque me cuidaban como una tacita de cristal, pues me quedaron secuelas del tifus. Pasé una etapa de mi vida que no salía de una, siempre estaba achacosa, cuando no tenía una cosa me daba la otra, con las pocas cosas que había al alcance para combatir las enfermedades, por eso creo siempre en los remedios caseros.  Recuerdo la casa de mis bisabuelos, pero no recuerdo el tiempo que pasé con ellos. Nunca me pusieron en una escuela a temprana edad, pero cerca de la casa había una señora que daba clases de manera particular, ella tenía algunos niños. Cuando iba a entrar al Colegio Cibao, me hicieron un examen de admisión y caí en cuarto grado, era la más joven de mi clase, además, tío Pedro, hermano de mi abuelo era educador, él nos ayudaba a repasar las tareas. Creo que todo eso me favoreció en los estudios. Recuerdo que entré al bachillerato con once años”.

5. Niña comprometida

Cuando mi hermana y yo estábamos en el Colegio Cibao, como era la mayor, mi abuela me daba el dinero para que lo pagara. Una vez, estando en séptimo la directora me está cobrando el mes dos veces, entonces le dije que no, que ya estaba pago, pero ella no transigía. Parece que como muchacho al fin extravié el recibo, pero estaba segura de que no debíamos, porque mamá no fallaba con eso. Cuando regresé a la casa le dije que me quitara de ese colegio, le expliqué que la directora me estaba cobrando dos veces el mes, pero ella se regó, no me creía, decía que eso era cosa de muchacho. Entonces le dije a que le diría a Tita Gela, su cuñada, que me cambiara, y efectivamente hablé con ella y me inscribió en la Escuela Nexa, donde solo cursé el octavo grado, porque me fui al Liceo Manuel Ulises. Recuerdo que para un examen de trigonometría, fui donde la directora del liceo, doña Luz Tejada para decirle que no me podía examinar porque me sentía muy mal de una alergia que siempre me daba. Ella me contestó que cuando lo tomara me fuera, talvez pensó que no estaba preparada para tomarlo, pero papá Dios me ayudó, y saqué un 98”.

6. Primer vestido

A los 10 años me hacía mi ropa, en la casa der mi abuela había una máquina de coser, tanto ella como mi mamá eran modistas. Una vez me hice un vestido y la gente se volvió loca con él, medio Santiago quería uno igual, lo recuerdo perfectamente; era azul marino, de algodón, con un escote en V y la falda de muchos vuelos, pero alternados uno azul marino y uno de tiras bordadas blancas. La verdad que era bonito y novedoso. Claro, mal hecho porque solo tenía 10 años y no tenía mucha dirección. Mi abuela vivía reñida conmigo por los escotes, me peleaba muchísimo, pero a mí me encantaban. De ella aprendí mucho, murió de 90 años y desde los 70 y pico me ayudaba cuando comencé a trabajar en mi taller en 1968. En ese tiempo se usaban los rueditos de dos tiempos, se hacían a mano y me ayudaba muchísimo, ella sabía de esas puntadas”.

7. Su madre

Mi mamá, Yolanda Estévez fue una persona maravillosa, lamentablemente le dio Covid y murió. Fue una luchadora incansable, con su trabajo como modista nos pagó los mejores colegios de Santiago. Ya retirada del oficio, me daba opiniones sobre los trabajos que hacía, me ayudaba en los bordados y en las terminaciones de mano, ella era fuera de serie. En el 56, mi mamá se casó con Rafael Fernández Báez, a quien considero mi padre, porque a mi papá biológico prácticamente no lo conocí. Al año de casarse, en el 57 mi hermana y yo vinimos a vivir con ellos. Él  era médico, especialista en alergias, siempre fue una persona muy exigente, todo el mundo lo tachaba de malhumorado, pero con nosotras era todo lo contrario, siempre muy afable. Aunque no era esa persona cariñosa, de estar abrazando, besando y haciendo pucheritos, era una gran persona. Mi mamá lo quiso con locura, ellos tuvieron dos hijos, Marino Rafael que es médico, vive en California y Robert que es abogado. Convivimos los cuatro, ellos creen que los parí, pues le llevo 16 años a Marino y 20 a Robert. Siempre hemos tenido muy buena relación”.

8. Primera boutique

Comencé mi boutique en 1968, puedo decir que casi por accidente. Después de la Revolución del 65, como en febrero del 68 se hizo el primer concurso de belleza, un amigo que trabajaba en Turismo y que fue mi primer socio, me preguntó si me atrevía a preparar unos trajes para hacer un pequeño desfile en el concurso. Hice cinco y se vendieron de una vez, me acuerdo que eran blancos con bordados en colores, entonces me propuso poner un negocio, pero no sabía nada del tema, solo manejar tijeras, reglas, trazar patrones, pero de negocios nada, pero nos arriesgamos. Comenzamos en un localcito en la Arzobispo Nouel, esquina Hostos, en el mismo lugar había tres negocios. Se llamaba Farah Boutique, creo que fui la primera persona que usó el término de boutique en este país. Como antes las farmacias se llamaban boticas, la gente se confundía y nos llamaban para pedir medicinas. La inauguramos el 7 de diciembre del 68, para preparar la recepción, alquilé un garaje cerca de la casa de mi hermana porque mis padres no estaban en el país, se habían ido a México porque papá estaba haciendo una especialidad sobre alergia”.

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9. Traje a la medida

Me pasé como 15 años trabajando sola, cuando comencé no pensaba trabajar a la medida porque siempre vi la lucha que es trabajar así, porque lo viví con mi mamá. Me pasé aproximadamente un año sin trabajar por pedidos, pero la misma demanda me llevó a hacerlo cuando comenzaron a aparecer novias, madrinas… Eran trajes de cierta envergadura que había que tener un alto, porque se maltratan y más aquí con la humedad. Entonces ahí comencé. Una de mis primeras clientas, doña Miriam, iba a ser la madrina de la boda de una hermana. Ella quería que le confeccionara un conjunto de pantalón, la boda era por la mañana, para ese tiempo se usaban los palazos. Lo quería bordado, pero quería que le hiciera una muestra primero, entonces le dije que no podía hacerlo, le expliqué que cuando una persona va donde un pintor no le pide que le haga una muestra de la pintura que quiere, le expliqué que tenía el diseño, entonces saqué todo lo que iba a utilizar y le mostré lo que iría cortando y descartando, que no podía hacer el trabajo dos veces. Entonces ella confió en mí la costura y desde ese tiempo tenemos una gran amistad. Además, para entonces como aquí no existían escuelas de maquillaje, quien maquillaba a las modelos era yo, también las peinaba, les enseñaba a caminar, yo era un con todo”.

10. Amor eterno

No tengo hijos biológicos, crié a mis sobrinas, hijas de mi hermana Lourdes Sofía que murió en un accidente de tránsito a los 30 años. Me casé a los 54 años con Ignacio Guerra, él fue mi primer novio, pero terminamos con todo listo para casarnos porque hizo algo que no me gustó. Pero nunca él se desligó de mi familia, ni yo de la suya. Pasaron los años, cada quien hizo su vida, él se casó dos veces, tiene tres hijos que los considero como mis hijos también. Después de 30 años empezó a buscarme, me llamaba, me enviaba flores, insistía en que le aceptara una invitación a almorzar hasta que finalmente después de varios meses de insistencia acepté y fuimos al Vesubio. Eso se regó como pólvora que nosostros andábamos juntos, como él fue de los fundadores del 20-30, ese día creo que en el Vesubio estaban con nosotros todo el personal de esa institución. Nuestras familias y todos los que nos conocían estaban contentísimos. Me dijo que quería que nos casáramos enseguida, pero le pedí que esperáramos a ver lo que pasaba. Le puse tres fechas de boda, y cada vez la corría, hasta que un día me preguntó si era que le tenía miedo al matrimonio, le contesté que no estaba acostumbrada a dormir con nadie. Finalmente nos casamos, tuve un matrimonio feliz, recuerdo que después de muchos años de casados, me llamaba y me decía gracias por casarte conmigo, me regalaba flores, nunca llegó a la casa con las manos vacías, aunque sea una menta de su escritorio me llevaba. Puedo decir que poca gente se ha sentido tan amada y complacida como yo, Ignacio vivía para que estuviera bien y feliz. El murió 10 años después de casarnos”.

Autodidacta

Inquietud por el diseño de modas

“Soy autodidacta. Desde muy joven tuve siempre la inquietud de aprender diseño de modas, pero en el país no había escuelas y no tenía las condiciones para estudiar en los Estados Unidos. Recuerdo que comencé a comprar libros de moda, de diseño, de drapeado y de costura, me afané por aprender y aprendí sola hacer patrones, utilizaba los libros, y aunque eran en inglés me aprendí las palabras técnicas y me fui defendiendo. Todavía al día de hoy los libros para mí son una forma de consulta, hay cosas que pasan de moda, otras que son más modernas que las técnicas que tenemos, entonces hay que vivir renovando constantemente”.

Gratitud

«Mi madre era una luchadora incansable, con la costura nos pagó a mi hermana y a mí los mejores colegios de Santiago”.

Recuerdos

«A los 10 años ya sabía cocinar, mi abuela nos enseñó, nos turnábamos. Al principio hacía muchos tollos, pero después aprendí”.

Disciplina

En casa de los abuelos nos educamos en un ambiente de mucho amor y sobre todo de muchas reglas, en la casa había que hacer las cosas por el librito”.

Mi mamá fue una persona maravillosa, lamentablemente le dio COVID y falleció.

Farah Cabrera<

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