Esta maestra de canto formó parte del Orfeón de Santiago por décadas, llevando su arte por todo el país

Con una voz privilegiada con la que sirve a Dios, a la patria y a distintos sectores de la sociedad, la contralto Gertrudis Eli Rodríguez ha hecho de su arte un apostolado, prestando su voz para cantar en las principales festividades de la Iglesia Católica, incluyendo una misa en honor al papa Juan Pablo II. La cantautora ha hecho importantes aportes al desarrollo de la música, a través de la enseñanza a cientos de alumnos que han pasado por la escuela Hogar de la Armonía, de donde han salido notables artistas en sus 33 años de fundada, como la virtuosa violinista Aisha Syed.

1. Infancia
Vengo de una familia numerosa, éramos siete hermanos, fui la primera hembra. Mi papá era inglés, Nathaniel Eli McLeod. Él vino al país cuando se iba a instalar la compañía de teléfono, se casó con mi mamá Caridad Rodríguez. La familia nuestra por parte de mamá cantaba mucho, y nosotros parece que por herencia teníamos afición por la música, porque cuando conocimos la familia de mi papá en Trinidad y Tobago, tocaban flauta, piano, no nos sentimos extraños; éramos muy religiosos, en nuestra familia todo se celebraba con una hora santa y cantábamos, las voces sobresalían porque cantábamos bonito, entonces eso fomentó el canto, disfrutábamos la música, por eso mis padres pusieron a mis hermanos en Bellas Artes”.

2. Educación
De pequeña recuerdo que los papás alfabetizaban en la casa, a mí me alfabetizó doña Clara, una viejita agradable, que adoraba, en la calle 17 de Julio ahora San Luis. Ella tenía una escuelita en su casa, mis hermanos estudiaban en el Colegio Cibao, y pasaban a buscarme a las doce; un día a mi hermano Henry se le olvidó pasar por mí, eran la 1:30, qué momento más duro fue para mí, pero también recuerdo lo dulce que fue esa viejita en ese momento. Luego estudié en el mismo colegio que mis hermanos, en el liceo Ulises Francisco Espaillat, en la Escuela México y en el Politécnico Nuestra Señora de las Mercedes”.

3. Memorias
Mi paso por el politécnico fue muy agradable, no solamente por el ambiente de estudios de aquella época, con las primeras 8 monjas que vinieron, las que lo fundaron, entré desde que estaba en la calle Máximo Gómez, estudié corte y confección por 3 años, fui la que dio el discurso para poner la primera piedra de la nueva edificación. Hablar por mis compañeros fue muy emocionante. También hablé el día de la inauguración en febrero de 1962 y fue muy emocionante, muchos nervios porque era muy tímida, la gente dice pero tú te paras en un escenario y cantas, sí pero cuando termino en el escenario vuelvo a ser Gertrudis, no es que cante ficticiamente, cuando estoy ahí lo vivo, lo siento, lo expreso, si es un himno la interpretación es bien enérgica, sí es religiosa ahí hay devoción, espiritualidad”.

4. Inicios en el canto
Inicié en el canto a los 7 años, en el colegio se formó un corito para una velada, y había una parte que era de una solista, recuerdo que la solista iba a ser Carmenza Lara, pero parece que la afinación no era buena y me la dieron a mí, pero nadie sabía si yo cantaba o no, la canción era “Pobre Gitanilla¨, fue un momento muy especial. Ya en el liceo México, solían elegirnos a Henry y a mí para los actos. En el Orfeón de Santiago duré 25 o 30 años, y siempre fui solista contralto, pero antes pertenecía al coro de Bellas Artes, llamado entonces José Ovidio García. Esa fue mi primera experiencia como coro profesional, en la época de Trujillo era el que viajaba desde Santiago a todas las celebraciones sobresalientes del país”.

5. Espiritualidad
Un momento muy emocionante, que no olvido, fue cuando vino el papa Juan Pablo II por primera vez al país, yo cantaba en el Orfeón de Santiago. En la Plaza de las Banderas se hizo una gran misa de bienvenida y nosotros la cantamos, él era muy aficionado a la música, y venía acercándose para vernos cantar, estaba vestido de blanco, ese hombre relucía, se paró frente a nosotros, y yo no sé qué me pasó, fue un momento espiritual muy especial, las lágrimas comenzaron a bajar y no pude seguir cantando, entré en la segunda canción porque su presencia desprendía una vibración que no olvido, es un momento muy importante en mi experiencia como persona y como católica”.

6. Maybá
Otro momento especial en el Orfeón fue cuando fuimos a Colombia a una ciudad llamada Ibagué, dónde hacen un festival mundial de coros. Yo tenía una canción, era la solista, que se llama “Maybá”, del compositor dominicano Diógenes Silva, la canción comienza con el solista, y cuando yo dije “Mayba”, los miembros del jurado soltaron los bolígrafos con qué tomaban notas, y fue un momento impresionante porque lo pude captar, esa canción sobresalió mucho, gustó porque era una canción dominicana y nunca un coro dominicano había ido a ese festival”.

7. Llegada de los hijos
El nacimiento de mis cuatro hijos fueron momentos inolvidables, pero no olvido en especial cuando nació mi primera hija, Katherine, su parto se adelantó como unos 15 días. Iba para el trabajo, cruzando por la Mella, el chofer de una camioneta apresuró la marcha y casi me llevó, tuve que correr y subir a la acera, eso fue a las 8 de la mañana y a las 12:30 de la tarde yo estaba dando a luz, el susto me apresuró el parto. Cómo era mi primera experiencia como madre, cuando el pediatra me dijo mira tu hija, está bien, fue una euforia, comencé alabar a Dios, a dar gracias como una loca”.

8. Tragedia
Momento negativo fue cuando mi mamá murió atropellada frente a mi casa, el 30 de noviembre de 1968. Oímos el golpe, no sabíamos que era ella, antes los patios no tenían separación y ella salió por detrás de nuestra casa, no sabíamos que había salido, y cuando uno de los vecinos dice es doña Caridad, fue que supimos. Al otro día en la misa de cuerpo presente le canté el “Ave María” porque antes uno la cantaba como honorarios. La familia quería que me tomara una pastilla, y dije no, voy a cantarle a mi madre”.

9. Hogar de la Armonía
Estando con un grupo de jóvenes que estudiábamos Filosofía, nuestro orientador John Abate creó el colegio Leonardo da Vinci, el entusiasmo era tanto por servir que renuncié a La Tabacalera donde trabajé 17 años para formar parte del colegio. La directora quiso que mis hijos mayores, Henry de 13 años, y Kathy de 14, el violinista y la pianista, dieran clases de música, y eso fue el boom de Santiago, fluyeron estudiantes sin fin de clase media y clase media alta, porque era una novedad. Dieron clases por 3 años y yo dirigía el coro Silfo, y cuando estuvieron a punto de ir a la universidad, les dije que no podían seguir dando clases, y renunciaron, yo renuncié también. Los papás de los estudiantes no querían que sus hijos dejaran la práctica y nos pidieron que siguiéramos, y al ver el interés le dijimos que sí, y comenzaron a dar clases en la casa; a mí me contrató Hendrick Kelner que tenía una compañía de tabaco, pero solamente en el primer año fueron 89 estudiantes, y mis hijos me dijeron: mami no podemos, tienes que organizar esto, renuncié en Tabadom al año; entonces sucedió algo bonito, la sala se convirtió en aula, el estar, las habitaciones, todo, porque era nuestra casa en la calle Mella, de día era escuela y de noche sacábamos los colchones de los clóset para dormir, fue creciendo, todo el mundo cree que planeamos una escuela, pero no. Fuimos adquiriendo instrumentos, y formalmente abrimos el 2 de octubre del 89”.

10. Labor social
Junto al grupo de Filosofía, por 20 años dimos clases gratuitas en los campos, partíamos de la idea de que los jóvenes del campo no tenían acceso a la ciudad, no podían venir, que si nosotros íbamos era mejor porque le llevábamos los cursos; dimos lo que a cada quien le gustaba y sabía, cómo aprender a manejar, inglés, belleza, primeros auxilios, contabilidad, bordado, tejido, canto, flauta, piano. Un arquitecto enseñó a pintar letreros y después todos los colmados de esos lugares estaban pintados por jóvenes que aprendieron. Comenzamos en todos los campos de Jánico, salíamos de Santiago a la una para los campos, los cursos eran de 12 semanas. Al padre lo trasladaron para Altamira y para allá cogimos, dimos clases en los campos de Imbert, Luperón y fue muy fructífero espiritualmente”.

Aboga por formación musical en escuelas

Gertrudis recuerda que anteriormente los actos para celebrar fechas específicas en las escuelas eran muy comunes, pero eso se ha ido perdiendo.

“Quiero hacer énfasis en que los colegios vuelvan otra vez a hacer eso, porque por ejemplo Milly Quezada salió de un coro de una iglesia; si al estudiante no se le da la oportunidad de subir al escenario, de tener una actuación, no lo descubren, no sabes dónde están los talentos, por eso en nuestra escuela, orientada por Henry mi hermano, que me dijo un día: desde que un estudiante toca dos o tres notas ponlo en el escenario, y esa es una de nuestras místicas, porque el artista se hace en el escenario, ahí puede haber un concertista, un pianista que está encerrado en un cubículo y te toca lo mejor de Beethoven, de Bach, pero si tú lo pones en un escenario y no tiene entrenamiento, comienza a temblar, no hay seguridad, ahí es la prueba de fuego, eso tiene mucho valor, porque es el artista pianista, pero esa persona no siempre va a estar en un piano, ese niño ese joven, o ese adulto, van a la vida diaria, pero como ya se han curtido en un escenario, hablar en público ya no le hace nada. Los colegios han dejado esa parte, antes se hacían actos para toda ocasión.

Punto a favor
En la época de Trujillo no todo era malo, artísticamente hablando, porque esos actos fomentaban que la gente perdiera la timidez”.

Figuras
Les canté a Balaguer, Leonel, Danilo y a Peña Gómez también. Le canté la misa de cuerpo presente a Antonio Guzmán, la salve, eso fue lo más doloroso”.

Para Dios
Compongo para Dios, mi vida es para Dios. El último tema que grabamos es un pambiche muy alegre, se llama “Con Cristo voy y vengo”.

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