Crítica La obra teatral de Santiago Loza, readaptada a la realidad dominicana, con una actriz que le aporta un relieve diferente al monólogo

Blanco, todo en blanco. Judith Rodríguez sale a escena. La gente aun sentándose. Música electroacústica, ambiental. Minimalismo al pulso. Se sienta, se quita los zapatos y en un dado blanco, se inclina, se rasca una pierna. Mueve las piernas con ansiedad.
Vestida de blanco, así con medias blancas, el personaje que asume Judith Rodríguez vuelve a inclinarse, los brazos cruzados sobre el estómago. Reza un padre nuestro. La gente sigue entrando a la sala. Hay quienes siempre llegan tarde. Judith sale a proscenio tiende una mano a una mujer sentada en el público. Prepara al espectador. “La obra va a comenzar”, anuncian. Oscuridad.

Luz cenital. Reza algo. Hay en la escena alguien de espaldas en una silla de ruedas. Ese alguien se queja. Pide agua. El actor Stuart Ortiz sirve de comodín para que Judith con guantes negros despliegue sus herramientas de actriz. Es una mezcla de monja y evangélica.

Rica en matices, va del azafrán al delirio, en un repertorio gestual que caracteriza múltiples personajes. “Por más desnudo que hubo, este bañarse no es pecado”, provoca risas. Así va narrando su vida. Desde que nació, la falta de madre, que murió en el parto (“ella y yo nos cruzamos en una acera”), y así aparecen su padre, la tía, que le dice que era una niña puerca. De ahí la mujer puerca.

La historia del Santito es una muestra de su virtuosismo actoral, de los distintos registros que es capaz de brindar ese monstro que es Judith Rodríguez.

Es la historia de la pobreza, la soledad, la violencia, la mujer de acero. Una historia vivida demasiadas veces, pero nueva. “La pereza es un pecado imperdonable”, decía la tía. Así va dejando su florilegio de aforismos. Describe los hijos de la tia, cada uno. “Mariano era el espiritual, le gustaba la trascendencia”.

Maestra en transiciones, las distintas temperaturas que desarrolla a lo largo del extenso monólogo, van diseñando un personaje complejo, hecho de distintas capas. “Si se sigue la lógica no hay milagro”.

Una puesta en escena que demanda una gran entrega desde el punto de vista físico. Una de las más diáfanas demostraciones de diversidad de personajes, psicologías, identidades, estados de ánimo. “El primero te mancha pero el último te limpia”.

Luces y sonido complementan la puesta diferente, que la hace única entre las muchas puestas de la obra del argentino Santiago Loza. “Una no sabe lo que hacían los santos en la intimidad”.

Vicente Santos es el artífice de la puesta, tan peculiar de “La Mujer Puerca”. Ovación de letras para él.

“Tanto dolor purifica y estoy hecha de Dios”, insiste La Mujer Puerca. La escena final es intensa, y uno no sabe hasta dónde va a dar.

Este fin de semana es la última de la obra. No se pierda ver una gran actriz en un gran monólogo.

Ficha técnica

Obra: La Mujer Puerca
Autor: Santiago Loza
Producción: Hony Estrella y Los Otros
Lugar: Sala Ravelo / Teatro Nacional
Dirección: Vicente Santos
Actriz: Judith Rodríguez
Días: sábado 8:00 pm / domingo. 6:30 pm

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