Este filme forma parte de la Selección Oficial del Festival de Cannes este año. Una película bastante convencional para tamañas cumbres

“Mis condolencias”, dice de pasada Bruno a Pietro, 15 años después, en el reencuentro de unos amigos que no se perdían pie ni pisada a los 12 años. Ese reencuentro es de una frialdad tan exultante que uno termina abrasándose a sí mismo. “Las ocho montañas” es el título de una película belga dirigida por Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, quienes han adaptado la novela homónima, galardonada en 2016 del autor italiano Paolo Cognetti. El título se debe a las ocho cumbres que hay que conquistar en Nepal, más que todo un símbolo de triunfo personal relacionado más con el ego y la ambición que con lo espiritual.

El filme se ufana en su hermosa fotografía sobre un paisaje agreste, que habla a veces más que los protagonistas. Un paisaje tan triste que pareciera llorar rocas sobre los sentimientos humanos. Y, claro, se compadece en la perspectiva que ofrece de la capacidad humana de amar al prójimo.

Allí, cerca del Mont Blanc, Bruno y Pietro, conquistan su amistad en tres tiempos: la salida de la niñez a la adolescencia, la juventud y la madurez. En el primer tiempo nace la amistad entre estos muchachos de 12 años, Pietro y Bruno, cuando la mamá y el papá de Pietro, huyen de vez en cuando de la ciudad de Turín, para gozar de la campiña en el pueblo ficticio de Grana, donde el verano permite a Bruno, ayudar a sus tíos en la granja. El resto del tiempo deambulan en la más estrecha amistad con la naturaleza, correteando por los valles y las colinas. Pero esa amistad se ve fracturada cuando los padres de Pietro hacen una torpe oferta a los tíos de Bruno para que este vaya a Turín con ellos a estudiar la secundaria.

El padre de Bruno se opone y se lo lleva a construir con él, lejos. Prieto nunca va a perdonar a su padre, por provocar que le separaran de su amigo.

El destino los reúne nuevamente ya barbudos, asumidos por los actores Alessandro Borghi y Luca Marinelli. Bruno lleva a Pietro hasta una choza que debe construir en una montaña. En esa montaña Pietro descubre que, en su larga y amarga ausencia, su padre en realidad se convirtió en amigo del Bruno adulto, caminando con él por el valle y convirtiéndose en un segundo padre para él. Pietro terminará marchándose de nuevo. Viaja a Nepal y se convierte en un célebre escritor, pero consumido por el pensamiento de que su amistad con Bruno fue lo mejor de él, y Bruno fue, en cierto sentido elemental, el mejor hombre.

Una narración en primera persona pero en tono neutro, de esa que hacen los no acostumbrados a la lectura -sin entonación, casi robótica-, es de los primeros defectos que adviertes en el filme. El otro es la falta de síntesis. La “capacidad” de perderse en detalles, de alargar innecesariamente una película que bien pudo quedar en 90 minutos. Y aún otro, una banda sonora tan opuesta a la esencia del filme como el champán y el chivo asado.

Eso sí, se trata de un filme que pudiese parecer frio a primera vista, pero está transido por el amor, lleno de oxígeno puro y de pasión, con cierto misterio que uno no entiende bien, pero lo asume. Ese que viene de la esencia de la naturaleza, del ser humano, de los sentimientos. Una película aceptable, que no redonda. Faltó para eso.

Ficha técnica

Título: Las ocho montañas.
Directores: Felix van Groeningen, Charlotte Vandermeersch.
Productores: Mario Gianani, Lorenzo Gangarossa.
Guión: Felix van Groeningen, Charlotte Vandermeersch, basado en el libro
Las ocho montañas de Paolo Cognetti (publicado en Italia por Giulio Eianudi Editore).
Fotografía: Rubén Impens.
Montaje: Nico Leunen.
Diseño de producción: Massimiliano Nocente.
Música: Daniel Norgren.
Reparto principal: Luca Marinelli, Alessandro Borghi, Filippo Timi,
Elena Lietti, Cristiano Sassella, Lupo Barbiero, Andrea Palma, Francesco
Palombelli, Elisabetta Mazzullo.

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