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Una granada de la II Guerra Mundial, le acaba de reventar en las manos a la actual directiva de Acroarte. Era obvio que lo que está sucediendo -según el entrelíneas del intercambio de notas de prensa de la Cervecería y Acroarte- es mucho más que lo que dicen sobre Premios Soberano. Y era obvio que algún día sucedería.

Hay que dejarse de rodeos. Los antiguos premios Casandra, ahora Soberano, no pertenecen a Acroarte. Los perdieron de mano en mano, jugando a la candelita, mientras avanzaban las guerras intestinas que han dejado como saldo más de la mitad de los miembros de Acroarte fuera de la entidad. Y una nueva organización con presupuestos éticos y estéticos, hasta ahora mucho mejor perfilados: Adopae, que incluye a todos los editores de espectáculos de los periódicos impresos del país y la mayoría de las principales figuras del gremio, mas una buena masa de jóvenes figuras.

La credibilidad de Acroarte está en bancarrota porque, entre otras cosas, recordemos que le fue negado el Gran Soberano a María Cristina Camilo, el primer rostro femenino y la primera voz de la televisión dominicana, en su centenario. ¡Ufff, eso dolió en el pueblo!

La credibilidad de Acroarte ha estado secuestrada en manos de un grupo de colegas que no quisieron ceder a la alternabilidad que es tan sana en la democracia. Lo dice alguien que sabe muy bien lo que significa la falta de alternabilidad en los gobiernos, los partidos, las organizaciones, los sindicatos. Sencillamente la sociedad se paraliza y llega la inercia.

La situación peor no puede ser para un premio que está falto de credibilidad por errores cometidos que se han acumulado año tras año.

La Cervecería Nacional Dominicana es la dueña legal de los Premios Soberano. Y ponen sobre la mesa las exigencias que quieran, entre otras cosas porque a ellos lo que les interesa es vender más productos y hacerlo de manera asociada con lo que les permitan ganar prestigio y credibilidad a la vez. Siendo como son una empresa perteneciente a una multinacional, no necesariamente tiene que interesarle la cultura del país, ni entenderla.

Acroarte por otra parte, está contra la pared. No es fácil conseguir un inversionista que ponga sobre la mesa varios millones de dólares, sin recibir nada a cambio. Y por otra parte, ceder ante algunas de las condiciones planteadas por la Cervecería significa ir en contra de su propia naturaleza como gremio y de la naturaleza de la labor de los cronistas de arte que aún quedan dentro de la asociación.

No es para alegrarse. Pero hay que repetir como un mantra: «se me inflama la glándula del telodije», «se me inflama la glándula del telodije», «se me inflama la glándula del telodije», mientras se hacen cuclillas.

Las esquirlas de la granada aun vuelan en el aire. Cuando terminen de caer, el paisaje ya no será el mismo.

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