La calle del Conde ha sido un referente importante de la Ciudad Colonial de Santo Domingo y por mucho tiempo se consideró la principal vía comercial de la ciudad, pero no siempre fue así. Actualmente, la calle está formada por 11 cuadras, trazada en dirección este-oeste que van desde la calle Las Damas hasta la calle Palo Hincado. Tiene una distancia de un kilómetro aproximadamente y a través del tiempo se le ha conocido con diferentes nombres.

Por más de cuatro siglos, en la isla de Santo Domingo fue común denominar una vía o un tramo de ella con un nombre o más de uno. Los nombres se referían al tipo de comercio (calle de la carnicería), al destino (del hospital), a la iglesia (del convento), al nombre de la persona que vivía en esa calle (de Maldonado), a la temporalidad (calle nueva), incluso a algún suceso. Así ocurrió con la actual calle el Conde que a medida que se iba extendiéndo tuvo varios nombres dependiendo del tramo.

A finales del siglo XVI, al tramo correspondiente a la cuadra que va desde la calle Las Damas a la actual Isabel la Católica, se conocía como “calle de Clavijo” por el “maestro de escuela de niños” don Francisco Clavijo, quien vivía en esa cuadra y tenía una escuela privada para niños.

El siguiente tramo que va desde la Isabel la Católica hasta la calle arzobispo Meriño, y que da a la Plaza de Armas, hoy Parque Colón, se llamó “calle de la Plaza”. Ahí construyeron sus viviendas varios de los principales de la colonia. La siguiente cuadra (desde el Palacio Consistorial a la Hostos) se conoció como “calle de la carnicería”, porque en el siglo XVI se instaló la carnicería municipal, al lado del ayuntamiento, en un edificio de mampostería que hoy solo queda el portal que da acceso al patio del ayuntamiento.

En 1655, Bernardino de Meneses y Bracamonte, Conde de Peñalva, gobernador y capitán general de la Española y presidente de la Real Audiencia de Santo Domingo, cerró la Puerta Grande o de la Misericordia y abrió la Puerta Cerrada, hoy Puerta del Conde, para lo cual encargó al sobrestante Diego Rodríguez Tirado, quien comisionó a Diego Franco de Quero y José Nieto Laguna Arciniega para las obras. Según el historiador fray Cipriano de Utrera “en pocos días se edificaron dos cubos macizos en ellas, unidos por un vigamen sobre el que se hizo una plataforma, y se le montaron dos cañones”, llamándolo Baluarte de San Genaro. A partir de entonces “la Puerta que se llamaba Cerrada y hoy se llama del Conde” se convirtió en la principal entrada a la ciudad.

Con la apertura de la puerta se popularizó el camino que existía en su eje y que terminaba en la calle Clavijo. En ese momento la cuadra que va entre la calle Las Damas y la calle Isabel la Católica se seguía llamando calle Clavijo, porque todavía funcionaba la escuela del profesor Clavijo, dirigida por sus hijos José (Joseph) Clavijo, también “maestro de niños” y María Clavijo, quienes vivían juntos en la casa donde tenían la escuela, la cual funcionó hasta 1696. El nombre de este tramo perduró hasta el siglo XIX a pesar de que ya no existía la escuela. Mientras tanto, las seis cuadras siguientes que van desde la calle arzobispo Meriño hasta la calle Santomé se llamaba calle Real y continuaba hasta el Baluarte de San Genaro o Puerta del Conde con un camino estrecho.

A principios del siglo XVIII, el límite de la “ciudad formal” era la calle Santomé y de ahí en adelante se formaban pequeños caminos a manera de prolongación de las calles trazadas, donde apenas había uno que otro bohío. La calle Real llegaba hasta la Santomé. Sin embargo, el movimiento de transeúntes luego de la apertura de la puerta convirtió la vía en un referente y al camino desde la puerta a la Santomé se le comenzó a llamar calle de la puerta del Conde. Rápidamente la vía se convirtió en un límite ficticio que marcaba una división norte-sur de la ciudad. Por ejemplo, la calle Santomé tenía diferentes nombres según el destino, pero todos partían desde la calle del Conde. En dirección Sur se le llamó al primer tramo “calle del hospital de san Andrés al corral de ganado” y a los siguientes tramos “calle de la carnicería” o “les boucheries”; porque a orillas de las murallas sur estuvieron los corrales donde se guardaban el ganado y las palomas destinados para la matanza diaria. En dirección norte se le conocía como “calle que corre de san Lázaro a san Andrés” o “calle de la puerta de san Lázaro”.

A mitad del siglo XVIII al tramo entre la calle Duarte y la calle Santomé ya se le llamaba “la caye de la puerta del Conde”, y el resto mantenía otros nombres. En 1762 el historiador Luis Joseph Peguero señala que “con que siendo una caye de muralla a muralla tiene tres divisiones con sus nombres”, y dice que esos tramos se llamaban del Clavijo, de la Carnicería y de la Puerta del Conde. En 1785, el geógrafo español don Tomas López realizó un plano de la ciudad de Santo Domingo para la corona española y se observa que todavía la calle solo llegaba hasta la Santomé y de ahí en adelante continuaba un camino con conucos, huertas y algunas casas dispersas de madera y yagua.

A raíz del Tratado de Basilea en 1795, en el cual Santo Domingo pasa a manos francesas, el general haitiano François Dominique Toussaint-Louvertur hizo cambiar los nombres de algunas de las calles de la ciudad de Santo Domingo en especial las que tenían nombres cristianos o que hacían referencia al imperio español. En ese momento a la calle del Conde se cambió a “calle Imperial”.
Este nombre permaneció hasta 1859, cuando el Concejo Municipal de la recién República Dominicana determinó la nueva nomenclatura de las calles y decidió, por primera vez, unificar toda la vía con un solo nombre, asignándole el de “calle Separación”, en memoria del Proceso de la Separación de la República de Haití de 1844. En 1863 el ayuntamiento de la ciudad señalizó la calle con el nombre pintado sobre una tabla y colocó números a las propiedades. El nombre de calle Separación se mantuvo por casi 65 años.

En 1924, iniciando el gobierno del presidente Horacio Vásquez, se le devuelve el nombre de calle El Conde, en memoria de don Bernardo de Meneses, Conde de Peñalva. Pero este nombre no duró mucho, pues la crisis política y de identidad por la que estaba atravesando la sociedad dominicana en el primer tercio del siglo XX, sumado a la constante presencia e intromisión de los estadounidenses en los asuntos internos del país, provocaron que el 23 de agosto de 1929 se le pusiera el nombre de “calle 27 de febrero” en memoria del Día de la Independencia Nacional.

En 1938 el Consejo Administrativo del Ayuntamiento del Distrito Nacional presidido por don Virgilio Álvarez Pina resolvió volver a llamar la vía “calle del Conde” y remozarla completamente contando con la cooperación económica y entusiasta de los comerciantes ubicados en esa calle. A partir de esta fecha el nombre se ha mantenido como calle El Conde.

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