En día 22 de febrero de 1872, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, nació el dr. Manuel María Pereya, hijo de Catalina Peña de Pereyra y de Isidro Pereyra.

Sus primeros estudios médicos los hizo con el doctor Rodolfo Coiscou , teniendo como compañero de estudio al doctor Heriberto Valdez, quien fue su compañero hasta graduarse.

En ese entonces no había instituto de medicina, ya que el Presidente de la República, general Ulises Heureaux (“Lilís”) había ordenado cerrarlo, pero como ellos tenían gran interés en aprender el arte de Hipócrates, pagaban una hora de clase al doctor Rodolfo Coiscou, comenzando sus estudios con Anatomía y Fisiología.

Se inscribió en el reabierto Instituto Profesional en el año 1895, haciendo sus tres primeros cursos en tres años, pero el cuarto y quinto los hizo en un año, graduándose el día 29 de noviembre de 1899, junto con los doctores Valdez y Pérez.

Fueron sus maestros el doctor Salvador Gautier, quien les daba Histología; el doctor José Alfonseca “de París”, quien les daba Patología Interna, Química y Fisiología; y el doctor Ramón Báez, quien les daba Anatomía, Clínica Médica y Clínica Quirúrgica. Su tesis versó sobre la Tuberculosis.

Después de su graduación, fue nombrado Médico Sanitario de Santo Domingo en el Gobierno de Juan Isidro Jiménez, y en el año 1902, Manuel Ramón Cáceres, Presidente de la República, lo envió a Moca, en donde fijó residencia hasta la época de su muerte.

Se dedicó a la medicina general y era un hombre de alma caritativa, un verdadero filántropo, pues sólo se empeñaba en aliviar o sanar al enfermo, sin ambicionar su dinero, y en muchas ocasiones, al asistir a personas muy pobres, en las cuales, además del cuadro morboso, se agregaba el cuadro de la miseria, él pagaba de su bolsillo la medicina, sintiendo más satisfacción con la mejoría del enfermo que con el dinero que podría pagarle. En esa época habían en Moca sólo tres médicos, y a pesar de que no descansaba trabajando, murió muy pobre.

Fue un hombre moral y querido de toda la sociedad mocana, de la cual formó parte activa; fue Regidor del Honorable Ayuntamiento de Moca. Murió a los 54 años, el día 4 de abril de 1926; fue muy sentida su muerte y en honor a su memoria lleva su nombre una calle en Moca.

El día 17 de abril de 1926, publicaba en Santiago un artículo el escritor Gabriel Murillo, en el que se refería al doctor Pereyra, expresando profunda admiración: “En el ser disciplinado en su razón, bien integrado en su conciencia, el pensamiento es águila que vuela hacia la altura, es firmeza de acción que ejemplariza a los protervos, es noble ala mensajera de luz, mensajera del bien en todas partes. Eso fue el Doctor Pereyra. Laborioso en su consagración a la verdad científica; generosa su mano al desvalido; optimista, cristiano en el legítimo e inconfundible perfil de la virtud cristiana, pero antes que todo y por sobre todo, fue un profesional discreto; un excelente amigo, más que eso, un compañero; un hermano espiritual a quien como a otro compañero, desde no mucho peregrino de la sombra, llevamos de la mano hasta la orilla en donde aguarda la barca de Carón, ceñida e inexorable y a quien con la firmeza que acrisola el dolor, decimos todavía: si el bien es luz de la conciencia, en tu sitial de sombra, barquero de Aquerente alumbrará una estrella y, sordos al monólogo de Hamlet, tornaremos al
camino de la vida”.

Testimonio de una vida ejemplar, al servicio del bien.

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