La historia del síndrome de inmunodeficiencia adquirida en nuestro país tiene en la doctora Ellen Koenig uno de sus principales protagonistas. Hace unos años escribió este testimonio que compartimos:
“Todavía recuerdo los primeros avisos en la Revista “Morbididty and Mortality Weekly Report” de una nueva enfermedad en los Estados Unidos entre los hemofílicos y los gays en 1981. Esta información que he añadido a mis clases de Virología de la Facultad de Medicina de la UNPHU pasó de ser un comentario introductorio de 15 minutos, a un tema que creció a una conferencia de dos horas y cubre sólo una parte del problema. Poco sabía entonces que mi propia vida pronto seria dividida en dos: Antes y Después del SIDA.

Como investigador y profesora de la Universidad, estaba ansiosa por aprender todo lo posible sobre esta nueva enfermedad y pude apreciar que representaba una amenaza importante para la República Dominicana, ante la posibilidad de establecerse en el país. Hablé en los diarios sobre la enfermedad y sobre el peligro de los turistas trayendo el agente responsable para el país y en 1983 fui acusada por alguien en la oficina de Turismo de intentar destruir el turismo en el país, cuando en realidad, esta entidad del gobierno había hecho muy poco para fomentar el turismo.

Al final de 1982 estaba muy emocionada por la oferta de que un médico visitante de Estados Unidos me invitó a enviarle muestras a California de los grupos de riesgo: los haitianos y los gays, así como de estudiantes universitarios que estudiamos como controles. Un grupo de alumnos de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña se unió a mí para visitar bateyes en el país. Una vez allí pedimos permiso para hablar a los habitantes y buscar a personas enfermas. Cuando nadie “con síntomas de” podía ser encontrado, nos dieron permiso para sangrar a individuos sanos, y luego los estudiantes masculinos fueron a la parte antigua de Santo Domingo a sangrar personas en los hoteles que atienden a los HSH (hombres que tiene sexo con hombres), mientras que un grupo de estudiantes universitarios, heterosexuales, sirvió como control.

Los primeros bateyes que visitamos estaban cerca de San Pedro de Macorís, por ejemplo en el Soco y más adelante en el año visitamos otros cerca de Santo Domingo, como la Duquesa. Cuando el virus fue aislado en el final de 1983, las muestras fueron analizadas en California y entre 10-15% de los HSH y cortadores de caña haitianos eran VIH-positivos. Ninguno de los estudiantes universitarios estudiados resultó positivo.

La búsqueda de más casos me llevó a varios hospitales y finalmente en enero de 1985 al Hospital Infantil Robert Reid Cabral. Allí encontramos un niño de 8 meses que tenía dificultad en su desarrollo fue considerado como un posible paciente de SIDA. Había recibido una transfusión de sangre en el nacimiento. Su sangre y la de sus padres fueron enviadas a California para ser analizados. El niño resultó positivo y los padres negativos.
Localizamos al donante y fuimos a su lugar de trabajo. Él permitió que lo sangraran y cuando el resultado llegó fue positivo. La persona resultó ser un “donante profesional”, y gracias a la colaboración del Banco de Sangre pudimos saber que otros 5 pacientes habían recibido sangre de él. Sólo fui capaz de localizar 3 de estos individuos, uno resultó positivo, un niño era negativo y el tercero se negó a purgarse. Seguí al donante durante varios años, pero sin medicamentos para tratar su enfermedad, murió cerca del 1994.”

Continuaremos con este interesante testimonio de nuestra profesora y amiga, la doctora Koenig.

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