Dr. Víctor W. Bohórquez López
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La República Dominicana es reconocida internacionalmente por ser uno de los principales destinos turísticos de sol y playa, particularmente por sus zonas costeras como Punta Cana, Puerto Plata y La Romana. Sin embargo, este modelo ha sido cada vez más criticado por sus vulnerabilidades ambientales, excesivo desperdicio energético y de comida, redistribución económica limitada y dependencia excesiva de infraestructuras turísticas a gran escala.

Estudios previos han encontrado que el turismo denominado coloquialmente como “todo incluido” no necesariamente beneficia a las comunidades donde se desarrolla localmente, porque muchos de los empleos generados son intensivos en mano de obra con sueldos relativamente bajos. Además, otros estudios argumentan que los ingresos recibidos de las actividades turísticas, si bien se reflejan a nivel macroeconómico, no necesariamente se traducen en beneficios tangibles a nivel local y comunitario, debido a que muchos de estos grupos hoteleros son internacionales y no contribuyen al ecosistema empresarial dominicano.

Específicamente, en República Dominicana se analizaron los ingresos percibidos por la actividad turística al inicio del siglo XXI, usando un análisis econométrico y asociando las variables de ingresos por turismo con índices de pobreza per cápita, de intensidad/presión de la pobreza, entre otros. Los resultados mostraron cómo el aumento de los ingresos por concepto de la actividad turística no está directamente relacionado con la disminución de los indicadores de pobreza, sino todo lo contrario, el aumento de los ingresos del turismo en el periodo analizado está causalmente relacionado a incrementos moderados en los indicadores de pobreza muestreados en ese mismo periodo. Otros estudios han encontrado que la oferta turística de todo incluido también impacta negativamente a las poblaciones locales como resultado del aumento del consumo de energía y agua, así como por el aumento en la producción de residuos orgánicos e inorgánicos. Por este motivo, es fundamental que se diversifique la oferta turística, promoviendo el turismo cultural como alternativa estratégica capaz de contribuir a un desarrollo más sostenible, inclusivo y diversificado.

Samaná, una provincia del noreste caracterizada por sus exuberantes paisajes y una sólida herencia afroamericana, sigue siendo relativamente poco explorada en términos de desarrollo del turismo cultural. La Fiesta de la Cosecha es una emotiva conmemoración celebrada por los descendientes de los afroamericanos liberados que llegaron y se asentaron en Samaná a partir de 1824. Es una expresión cultural que une gratitud, libertad y herencia. Para la comunidad, esta celebración marca la temporada agrícola y simboliza la libertad y el agradecimiento por la nueva tierra donde sus antepasados pudieron cultivar sus sueños de libertad. Con bailes, canciones, comidas tradicionales y ceremonias de agradecimiento, esta celebración se convierte en un poderoso homenaje a la resiliencia de un pueblo que transformó el dolor en esperanza.

A pesar de su riqueza cultural, la Fiesta de la Cosecha aún no se ha integrado sistemáticamente en la estrategia turística de la región. Sigue siendo principalmente una celebración interna, centrada en la fe, la cohesión comunitaria y la memoria cultural. Sin embargo, esta festividad tiene el potencial para impulsar la transición del turismo de sol y playa hacia una economía turística más diversificada y resiliente, arraigada en la identidad local y los activos culturales.

Es importante involucrar a los actores culturales no solo como proveedores de experiencias, sino también como co-diseñadores y guardianes del proceso turístico. El Festival de la Cosecha ofrece un sólido ejemplo de cómo las prácticas culturales locales pueden contribuir a modelos de turismo regenerativo que priorizan el bienestar comunitario, la integridad histórica y la gestión ambiental. En este contexto, las iglesias y las organizaciones religiosas emergen como instituciones culturales cruciales, no solo como lugares de culto, sino también como guardianas de la memoria, el idioma, la música y los rituales. Su papel como mediadores entre la tradición y la posible participación turística es especialmente significativo en entornos donde el desarrollo turístico estatal ha ignorado históricamente a las poblaciones marginadas. Por lo tanto, hay que destacar el papel de los actores culturales en zonas marginadas y su capacidad para moldear narrativas, significados y experiencias turísticas, y hacer hincapié en modos de interacción experienciales y participativos que se alinean con los principios de sostenibilidad cultural mostrando cómo los festivales con raíces históricas pueden fomentar el orgullo, el diálogo y la resiliencia si se gestionan adecuadamente.

La Fiesta de la Cosecha debe ser considerada no solo como un evento patrimonial, sino también como un elemento que fomenta el sentido de pertenencia, formando parte de la tradición local y de los recursos turísticos, desempeñando un papel fundamental en la regeneración cultural y la construcción de valores, comportamientos e identidades, ya que este tipo de eventos culturales puede servir como instrumento para revalorizar los sistemas de conocimiento local, restaurar el orgullo por identidades históricamente subordinadas y activar economías culturales latentes. Por lo tanto, es necesario posicionar no solo la Fiesta de la Cosecha en Samaná, sino también otras festividades culturales que ocurren en diferentes comunidades, como oportunidades para impulsar el turismo cultural sostenible en la República Dominicana.

Al enfatizar la capacidad de acción de los actores culturales locales, la integridad del patrimonio inmaterial y la importancia de la diversificación de la oferta turística podemos resaltar cómo el turismo y la cultura pueden colaborar para promover economías locales más regenerativas y resilientes, resaltando el potencial transformador del desarrollo económico impulsado por la cultura y el patrimonio inmaterial.l


Centro estudios caribeños. PUCMM.

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