Magnicidios: presidentes asesinados en la historia de América
Magnicidios: presidentes asesinados en la historia de América

La muerte en Haití de Jovenel Moise reabre el oscuro período de asesinatos de líderes que han sacudido la historia

El asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moise, es  el más reciente de los magnicidios que se suman a una fatídica lista, entre los que destacan el del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo o del presidente de Estados Unidos (EE.UU.), John F. Kennedy.

A lo largo de la historia, varios líderes políticos han sufrido ataques que han cobrado sus vidas.

El 7 de julio de 2021 quedará marcado como el día que Haití sufrió otro magnicidio debido a la delicada situación e inestabilidad política del país.

El presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en la madrugada del pasado 7 de julio tras recibir múltiples disparos de un grupo comando en la residencia presidencial del país caribeño con  el que los dominicanos comparten la isla. Su esposa también resultó herida en el ataque y se encuentra estable en una clínica de Florida.

En Haití, además, no se trata del primer magnicidio

El 27 de julio de 1915, el presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam fue asesinado por una turba enfurecida después de esconderse en la embajada francesa, donde recibió asilo. Los líderes mulatos de los rebeldes irrumpieron en la embajada y encontraron a Sam.

Lo arrastraron y lo golpearon, luego arrojaron su cuerpo inerte sobre la verja de hierro de la embajada a la población que aguardaba, quien luego hizo pedazos su cuerpo y exhibió las piezas a través de los barrios de la capital.

Durante las siguientes dos semanas, el país estuvo en caos.

Otros magnicidios

El decimosexto presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln en 1865 recibió un disparo en la cabeza cuando asistía a la representación de la pieza Our American Cousin de Tom Taylor, en el teatro Ford de Washington D. C., en compañía de su esposa y de dos invitados.

Lincoln fue el primer presidente de Estados Unidos en ser asesinado, ya que treinta años antes, en 1835, había fracasado un intento de asesinato de Andrew Jackson.

Luego, Gabriel García Moreno, quien fuera tres veces presidente de la República de Ecuador, un 6 de agosto de 1875, cuando García Moreno ingresaba al Palacio de Carondelet, fue asesinado por un grupo de opositores ocultos entre las columnas del edificio procedió a atacarlo a tiros y machetazos en una emboscada.

El presidente de México, Álvaro Obregón, fue otro mandatario asesinado el 17 de julio de 1928 cuando celebraba su elección para ocupar un segundo mandato. La reelección fue prohibida en México después del triunfo de la Revolución Mexicana, pero Obregón había hecho que la Constitución se reformara para poder ocupar la presidencia una vez más.

Obregón fue asesinado por León Toral, un radical católico que fingió ser un caricaturista para acercarse a él en el restaurante La Bombilla, en el barrio de San Ángel, en el sur de la Ciudad de México.

Al tener cerca al caudillo, que fue de los generales que combatió en la Revolución, sacó un arma y disparó contra él.

El 21 julio de 1946, el presidente de Bolivia Gualberto Villarroel murió apuñalado a manos de una turba de gente que se había sublevado en protesta por la grave crisis social y económica que vivía el país y tras una revolución popular.

El gran promotor de la independencia de la India y gran defensor de la protesta pacífica, irónicamente murió a tiros, sin razón aparente a manos de Nathuram Godse, un fanático hindú. Ocurrió en los jardines de Birla House, el 30 de enero de 1948 cuando Gandhi se dirigía a rezar.

Años más tarde, el 13 noviembre de 1950, Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Venezuela, fue secuestrado y posteriormente asesinado por disparos en el interior de una casa en la urbanización Las Mercedes, en Caracas, en el único magnicidio ocurrido en Venezuela.

También Panamá cuenta con un sólo magnicidio cuando, el 2 de enero de 1955, su entonces presidente José Antonio Remón murió por disparos mientras presenciaba una carrera de caballos en el palco presidencial del hipódromo Juan Franco de Panamá. No se hallaron a los autores, aunque algunas hipótesis apuntaron a personalidades de la política local, la mafia italiana e incluso la CIA.

Al año siguiente, el 21 septiembre de 1956, murió asesinado en Nicaragua el dictador Anastasio Somoza García, a manos de Rigoberto López Pérez, un poeta de filiación liberal, quien lo hirió de muerte de varios disparos, en León, al noroeste de Managua.

Guatemala ha tenido también un único magnicidio el 26 julio de 1957, cuando Carlos Castillo Armas, al igual que ha sucedido con el presidente de Haití, fue asesinado en el interior de la casa presidencial.

También el propio Rafael Leónidas Trujillo, quien llegó al poder en 1930 y encabezó durante treinta años una de las más implacables tiranías de América Latina, fue ametrallado el 30 mayo de 1961 en una emboscada mientras viajaba en su vehículo en la carretera de Santo Domingo a San Cristóbal.

El 22 de noviembre de 1963, se produjo uno de los magnicidios más mediáticos de todos los tiempos, el del presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, quien murió tiroteado en Dallas mientras iba en el coche con su esposa Jacqueline.

Una década más tarde, el 11 de septiembre de 1973, el entonces presidente de Chile, Salvador Allende, murió durante el golpe de Estado y posterior bombardeo al Palacio de la Moneda en Santiago de Chile perpetrado por Augusto Pinochet. Aunque la versión oficial de la instaurada Junta Militar reiteró que él se quitó la vida, esa teoría fue descartada por sus seguidores y a día de hoy sigue sin estar aclarado.

En algunos Estados la figura queda reducida a la muerte del jefe de Estado. En otros es más amplia, pues incluye al presidente del Gobierno o primer ministro, a los presidentes del Parlamento o Congreso y a la familia de los jefes de Estado, cuando el sistema es una monarquía. En este último caso, se incluye la muerte de los sucesores o herederos directos de la Corona.

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