Bad Bunny protagoniza la primera portada en español de la revista Time. El hecho tiene un significado importante para la cultura latina. O para lo que queda de ella. “No voy a hacer otra cosa para que a ti te guste”, es la frase que preside la portada, o dicho de otro modo “hago lo que me da la gana”, mientras aparece con una pose más bien afeminada, que difiere mucho del arranque de soberbia que le dio cuando lanzó el celular de una fan dominicana en Casa de Campo en la pasada Navidad.

El trabajo de Time es firmado por Mariah Espada, una joven reportera de esa revista perteneciente a la generación Z y obviamente… newyorican.

Time se suma así a la tendencia de la revista Rolling Stones. En ambos casos se nota forzado todo porque de no haber sido por la maldita cultura de la cancelación y de lo políticamente correcto, quizás eso no hubiese ocurrido. Es como si dijeran “vamos a ponernos en buena con el mercado latino”.

Lo realmente patético es tener que agradecerle a un artista más bien de calidad mediocre, con letras abominables, y ritmo cansón, que no le llega a los talones a José José, Héctor Lavoe, Julio Iglesias, Johnny Ventura, José Feliciano, Celia Cruz, Ismael Rivera, Juan Luis Guerra, Andy Montañez, Olga Guillot, Roberto Carlos, La Lupe, Joan Manuel Serrat, Moré, Mercedes Sosa, Pedro Vargas, Vicente Fernández, Pablo Milanés, Joaquín Sabina, Ricardo Montaner, por mencionar algunos de un largo etcétera que conforman el formidable corpus de la identidad latina.

Es, una vez más, la visión reduccionista de un nuevo colonialismo cultural, esta vez bajo el divino manto de la cancelación, tan peligroso y cruel como el macarthismo. Esto sí, pero aquello no. La vulgaridad sí porque es “contracultura”, “revolucionaria”, “liberadora”. Los valores antiguos no, la decencia no, porque responden a los decadentes valores burgueses.

De ese modo, Bad Bunny, o Tokischa (en el caso dominicano) se convierte en símbolo de la avalancha de lo “nuevo” contra “lo viejo”. Por eso Time enrostra en su trabajo lo que ellos llaman “el grupo demográfico latino más viejo, más conservador y reacio a la vulgaridad”, del cual hoy hay que sentirse orgulloso.

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