Un libro es un piropo al futuro. No importa que el mundo se convierta en el páramo de robots con que amenaza la Inteligencia Artificial. El libro impreso seguirá existiendo. No habrá imagen más tierna que un robot recién salido del horno, con un libro impreso en la mano… haciendo seguramente el ridículo, pero con un libro en la mano.

Por eso emociona ver libros como “Montesino: ego vox clamantis in deserto”, que en latín significa “soy la voz del que clama en el desierto”, con el cual el grupo SID deja testimonio de la puesta en valor del monumento a Fray Antonio de Montesinos en 2018, siendo alcalde David Collado, tras 20 años de abandono.

El libro es una verdadera joya editorial, impreso en tapa dura con sobrecubierta y páginas en papel satinado, con fotografías full color, de Pedro Braulio Álvarez y Ricardo Briones, y corrección de estilo de mis queridas Olga Agustín y Mitri Jiménez.

En 312 páginas, con prólogo de Manuel García Arévalo e introducción de Ligia Bonetti, presidenta ejecutiva del Grupo SID, el texto de María Teresa Ruiz de Catrain se desliza como suave neblina al amanecer, café en mano, lleno de información interesante, de anécdotas, con profusas citas, siempre enriquecedoras, en lo que pudiera resumirse como una exploración a fondo de la historia desde Isaías, el primero que declaró “Soy la voz que clama en el desierto”, hasta la fundación de distintas órdenes religiosas, que incluyen a los dominicos, su llegada al país y la huella fundacional de fray Antonio de Montesino en lo que hoy es República Dominicana. ¡Que no por gusto se llama así!

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