Los partidos políticos dominicanos mayoritarios y gran parte de los minoritarios se han convertido en negocios que obtienen grandes ganancias provenientes de diversos actores de la sociedad y buenas tajadas del Estado por la legislación que les beneficia.
No existe ninguna propuesta ideológica, ni visible, ni oculta, la codicia es la norma y se hace evidente en todas sus acciones. Cuando logran alcanzar cuotas del poder estatal, desde un ayuntamiento hasta el poder ejecutivo, entonces el enriquecimiento se genera mediante el robo al erario y la obtención de salarios para sus seguidores. Los graves casos de corrupción sometidos a la justicia por el Ministerio Público son una pequeña muestra de esa práctica perversa.
En las elecciones que ocurrirán el año próximo se hace evidente ese impulso a la corrupción en el transfuguismo de funcionarios actuales y líderes de dichas organizaciones. También en las famosas alianzas que están orientadas en la distribución de beneficios si se logra ganar el poder, e igual de evidente en las caras ridículas de candidatos -lamentablemente muchos jóvenes- que se presentan al electorado sin propuestas, únicamente con sonrisas ensayadas.
La ciudadanía está completamente al margen de esas maniobras, ya que no importa integrarlos en proyecto político alguno, de lo que se trata es de tener suficientes autobuses, pica-pollos, ron y billetes de 500 o mil pesos para arrear cual ganado a los votantes más pobres a depositar su voto ese día. Algunos distritos de clase media en Santo Domingo y Santiago escapan algo de esa lógica por razones evidentes, lo penoso es que la propagada de caras tontas es ahí donde más fuerza tiene.
El congreso actual es una buena muestra de esa práctica en las elecciones del 2020, con gran cantidad de riferos, narcotraficantes y corruptos de toda clase. Se corre el riesgo de que ocurran casos semejantes en estas elecciones, ya sacó la cabeza un pedófilo. Al menos el PRM está haciendo aparentemente un esfuerzo de depurar a sus candidatos.