Antes de referirme al poder de los hábitos es oportuno rememorar la definición del concepto. Clear (2019) los define como “una rutina o conducta que se practica con regularidad y de manera automática”.
El autor señala que los hábitos que en principio pudieran parecer pequeños e insignificantes se transforman en resultados extraordinarios si se mantienen a lo largo de los años.
Partiendo de lo expuesto por el autor, quiero situarme ahora en los contextos familiares, por ser estos escenarios ideales para el desarrollo de buenos hábitos en los niños, por su capacidad para aprender de forma progresiva. Pues los orientadores y psicólogos escolares lidian a diario con estudiantes que les cuesta leer un párrafo, realizar una tarea y que no tienen el más mínimo hábito de estudio, sin contar con las faltas de modales, empatía y tolerancia. Todo lo anterior como resultado de la falta de hábitos físicos, afectivos, sociales, morales, intelectuales, de higiene y mentales que deberían iniciarse en los hogares. Es en la familia donde nacen y se fortalecen las primeras raíces del saber y del ser y los hábitos juegan un importante papel en la consolidación de esas primeras raíces.
Sin embargo, pese al énfasis marcado en el contexto de la niñez y las familias para iniciar la construcción de buenos hábitos, Clear nos llena de esperanza al señalar que nunca es tarde para iniciarse en el camino de los hábitos. También es alentador saber que es suficiente para empezar introducir pequeños cambios que se irán acumulando y dando buenos resultados. Clear indica que si un sujeto se empeña en mejorar un 1 % cada día terminará siendo 37 veces mejor al finalizar el año.
Finalmente la invitación es: cambiemos la actitud quejumbrosa ante los problemas sociales que nos afectan, hagamos juntos una mejora del 1 % y cambiemos nuestros entornos a partir de buenos hábitos.