En el contexto del ejercicio de una ciudadanía activa, la idea de “crear capital” en una organización o en una comunidad pone de relieve la importancia de lo que podría llamarse “la profesionalización del voluntariado”. En esta entrega daremos algunas pinceladas en torno a este tema.
En el marco de una sociedad compleja y abierta, el futuro de toda organización estará siempre vinculado a su gestión dentro de un marco necesariamente competitivo. Esto es cierto para cualquier tipo de organismo, sea con fines de lucro o no. En este sentido, un grupo humano que se congregue con una finalidad particular, requiere de un personal calificado que sirva de manera formal a la organización, si desea crear capital social. De ahí la importancia de la “profesionalización” hacia la que debe transitar la acción voluntaria.
La sostenibilidad de una organización requiere de una dirección, una gestión y una administración que vayan más allá de las labores de oficina. Precisa repensar continuamente su ethos y su misión. Necesita integrar nuevas estrategias y tecnologías, exigiendo más tiempo y concentración de lo que pueden aportar los voluntarios ocasionales. Se hace necesaria una estructura que soporte todo su accionar con visión y coherencia.
Hoy día, las iniciativas enmarcadas en el ámbito del Emprendedurismo Social podrían considerarse expresiones del tipo de profesionalización al que hemos hecho referencia. Como objeto de estudio, esta profesión ha venido a llenar un vacío. Se trata de un acercamiento a las necesidades sociales desde una mirada innovadora, con la intención de crear el deseado capital social que logre impactar a la comunidad de manera sostenible; en otras palabras, el desarrollo de proyectos empresariales en los que se unen la viabilidad técnica y financiera con la utilidad social. Una profesión que vendría muy bien ofrecer en el ámbito de los estudios superiores en nuestro país, donde aún tenemos tantos pasos que dar de cara al desarrollo comunitario y el Voluntariado. l
