Con motivo del natalicio de Duarte, en enero del presente año, el Ministerio de Educación aprobó la creación de la cátedra de moral y cívica con su nombre. Hace tiempo se tiene la concepción, que los valores y los buenos hábitos se aprenden con una lección mientras en la vida pública ocurre todo tipo de tropelía y agresión.

La confusión también ocurrió cuando en el marco del Plan Decenal se planteó la estrategia de los temas transversales para inculcar los valores ciudadanos, pero por incomprensión del magisterio y falta de voluntad del Ministerio de Educación más el cuestionamiento de la jerarquía de la Iglesia católica, esa resolución no prosperó. Los que se oponían a la medida, sostenían que eliminar la asignatura Moral y Cívica era un punto de apoyo a la delincuencia, la descomposición y pérdida de memoria.

La ordenanza 3-99 devolvió esa asignatura al currículo, pero la descomposición social ha seguido su agitado curso.

Conmemorar el nacimiento del padre de la patria siempre es propicio para recuperar el esfuerzo denodado de este joven en la construcción de la dominicanidad. Viene a la vida cuando se es Colonia española, crece bajo el período de la dominación haitiana, pero tuvo la oportunidad de conocer las ideas del liberalismo, nacionalismo y romanticismo.

Esas corrientes ideológicas constituyen el arsenal cultural de Duarte, a lo que se suman los principios del cristianismo. Ese acervo fue colocado al servicio de la patria, se consagró a la educación crítica de un grupo de jóvenes que creían posible la independencia nacional. El rol de maestro de Duarte es su gran obra procera, crear empatía juvenil, concienciar a la juventud, fundar la Sociedad Secreta La Trinitaria con sus apéndices de La Filantrópica y La Dramática. Estos instrumentos permiten propagar la idea independentista y concretar el trabajo emancipador.

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