“Voy a venir a hacerle unos yaniqueques”, le dije a mi tía madre Clara Lerebours, reunida la familia en su casa minutos después del sepelio de su esposo, Rafael Fernández. Era mi primera estada allá en dos años. Pandemia y agobios particulares me forzaron a ausencia. Ella lo deploraba; “en cualquier chance llego por allá”, le respondía. Pero un cáncer venció a tío Rafael antes de eso. Doce días después, Tía partió también. Sin dolencia física; se recostó tranquilamente y no despertó. Una unión terrenal de 60 años continuó invariable al más allá. Descansen en paz, gracias por ustedes. Guardo el pesar de que se me hizo tarde. Para “sacar un ratito para verlos” y yaniqueques.

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