Aquel 26 de diciembre del año 2012 me dejó abatido ¡Y con un nudo en mi garganta que todavía no se desata! Recibí una noticia que ocasionó que mi rostro se inundara de lágrimas. Había muerto José Oscar Fernández, mi caro amigo y colega. ¡Qué desgracia más grande! Fue la expresión que pronuncié por mis adentros.
Sabía de sus graves problemas de salud, pero nunca creí que se nos iba a ir así tan de repente. ¡Diablo, pero cómo va a ser! Esa frase se sumó a mi sorpresa tras enterarme de su ida. Y cuando vi su cadáver, postrado en un modesto ataúd, lágrimas por mi rostro volvieron a deslizarse.

Sus dos hijas, su esposa y hermano, estaban también al lado del ataúd. Y yo abracé a sus dos hijas. Les hablé a sus oídos con mi voz estrapajosa y ellas reaccionaron, pero con una mudez de puro dolor.

Hace siete años -y el tiempo sigue pasando de manera vertiginosa, dejando sus huellas eternas- ¡y lo hace como si nada!
Mientras nosotros, quienes siempre lo tuvimos como un criollo de la excepción nacional, lo seguimos recordando.

No te olvidamos

No olvidamos a José Oscar Fernández, estelar periodista deportivo, locutor profesional, productor de programas de radio y televisión, entrenador de baloncesto, amigo sincero (sin hipocresía ni la tradicional demagogia dominicana barata), padre ejemplar, esposo para toda la vida y, sobre todo, un singular ser humano.

Reitero lo que escribí el pasado 2018, cuando de su muerte se habían cumplido seis años: A partir de su muerte, su nombre, literalmente, ha sido olvidado por los desmemoriados de siempre.
Ahora escribo: Pero nunca olvidamos su nombre, su memoria, su espontánea sonrisa, su don de gente, su praxis social de primera línea, sus bondades por todo lo alto; sus palabras de nobleza cada vez que había que reconocer virtudes y eficiencia en el trabajo; su profesionalidad, su admiración por las buenas obras, su acercamiento -siempre- a sus barrios de San Carlos y San Lázaro y su entrega total al trabajo.

Paz perenne para ti, JOF.

Posted in Cuadrilátero

Las Más leídas