Nos creemos durante algunos días que la seguridad es una joya preciosa en nuestras vidas. Ilusionados nos acostumbramos a la idea de que estaremos tranquilos. Hasta el último gran crimen. Es lo que ha pasado con el hijo del narcotraficante Pascual Cordero, según la Policía, una típica acción de sicariato. Y es que el crimen organizado no se detiene. Bajo la sombra o a veces a plena luz, continúa, hasta el último golpe. Sugiere que las bandas continúan sus operaciones como siempre y que nadie está seguro. En cualquier momento se desata la violencia que se lleva la relativa calma disfrutada por días o semanas. Ocurrió en la concurrida avenida 27 de Febrero, al amanecer.

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