El problema no radica en que estos tiempos de redes sociales son traicioneros y te ridiculizan cuando confrontan tus posiciones, contradictorias, de ayer con las de hoy. Es un asunto de ser coherente, virtud que ha adornado a algunos de nuestros políticos y a funcionarios que prefirieron dejar un cargo o irse para su casa antes de exhibir un comportamiento opaco, sinuoso y para no verse como gente que se canta y se llora, y que critica desde la oposición lo que hace cuando gobierna, confiada de la mala memoria del pueblo. Y no es que no se pueda pensar de una manera ayer y de otra diferente en una coyuntura distinta. Lo que se ve feo es ser camaleónico y actuar sin sentido de la historia.

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