El pasado sábado, apenas días antes de que el presidente Biden profundizara sanciones contra Rusia al vetar sus importaciones de petróleo, arribó a Venezuela una delegación de altísimo nivel para reunirse con Maduro.
La integraban Juan González, asesor de Biden para América Latina; James Story, embajador para Venezuela con asiento en Colombia; y Roger Carstens, experto en asuntos relacionados con rehenes.

Fueron a tratar con Maduro, entre otros temas, asuntos de “energía y seguridad energética”, informó Jen Psaki, portavoz de la Casa Blanca.

Esto significa que hablaron de petróleo y de las sanciones a Rusia, pero hay más; Maduro puso en libertad casi de inmediato al menos a dos de los condenados por el llamado Citgo 6.

Serán muchas las consecuencias de esta reunión, aparentemente encaminada a evitarle a EE.UU. mayores consecuencias económicas derivadas de la invasión rusa a Ucrania, pero lo comentamos por otras repercusiones colaterales.

Queda demostrado el pragmatismo de la política exterior norteamericana, lo que debe servir para ilustrar a los gobernantes del área, siempre tan sensibles a los dictados de Washington.
Es un vivo ejemplo también de la denominada realpolitik, que según la RAE es “política basada en criterios pragmáticos, al margen de ideologías”.

Es atender a las condiciones concretas en un momento determinado, aunque la oposición venezolana quede haciendo “bembitos” y Guaidó aparezca como un mequetrefe.

Sirve también para que los integrantes del mentado Grupo de Lima, que reconoce a Guaidó como “presidente legítimo”, no encuentren dónde meter la cara.

En ese esquema de seguir ciegamente los dictados del Norte, no hay por qué dudar de que si en esta coyuntura EE.UU. pide a ese grupo un cambio de actitud frente a Maduro, lo complacerán.

En su momento, cuando la OEA dio legitimidad a un gobierno de facto como el de Guaidó, muchos países, incluso el nuestro, se metieron en una encerrona, y mucho más aquellos que propusieron romper relaciones diplomáticas.

Este caso, cuando EE.UU. necesita de Maduro, debiera servir para que nuestros países sean menos complacientes, y no acudan genuflexos a votar por cualquier bellaquería de nuestro principal socio comercial con tal de agradarlo.

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