De la Constitución de 2010, que fue el fruto del consenso y de la participación popular, se puede decir que marcó un antes y un después al haber incorporado valiosos instrumentos y procedimientos para el ejercicio democrático participativo.
Un aporte fundamental de esa Carta Magna fue la creación del Tribunal Constitucional, acontecimiento que su magistrado presidente, Milton Ray Guevara, califica de histórico.
Precisamente ayer y en coincidencia, para mayor significación, con el 209 aniversario del natalicio de Juan Pablo Duarte, nuestro Tribunal Constitucional cumplió 10 años; ocasión en la que Ray Guevara hizo una rendición de cuentas de ese lapso, en una formidable pieza oratoria de la que destacamos cinco aspectos.
Primero, por su relevancia, tres proyectos especiales implementados en 2021: La creación de cátedras magistrales, la aplicación móvil APP Mi TCRD y la versión audible de la Constitución.
Segundo, su lamento porque todavía hoy, luego de haber transcurrido tantos años, ha sido imposible lograr la aprobación de las importantes leyes complementarias que servirán para ampliar su radio de acción y eficacia.
Tercero, otro lamento. Tampoco ha sido posible el cumplimiento del mandato de la propia Constitución que consagra la enseñanza obligatoria de la Carta Magna, con la finalidad de formar ciudadanas y ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes.
Cuarto, la prueba palmaria de que ha sido un tiempo fructífero en grado sumo, que se puede comprobar con el recuento de 10 sentencias y 16 decisiones relevantes durante la década.
Quinto. La explicación ponderada y su defensa del sistema que exige la presencia y el voto de 9 de 13 jueces para reunirse, deliberar válidamente y adoptar decisiones. Hacemos nuestra la pregunta que se hace Ray Guevara: ¿Para qué cambiar lo que se ha demostrado que funciona bien?
Vaya nuestra felicitación, en la persona de su magistrado presidente, a todos los jueces del Tribunal Constitucional por sus buenas calificaciones.
Y porque vistos 10 años después, se puede proclamar sin arrepentimiento alguno que han reivindicado a la Carta Magna como lo que es, un texto casi sagrado, y han sabido cumplir con esa loable encomienda.