El país avanza en destino incierto ante la COVID-19. Dirán los responsables de las políticas públicas: -Quizás, como los demás países, y ejemplos no faltan.
El drama global lo cargamos todos, pero el más cercano, el que inevitablemente nos toca la puerta, la enfermedad o la muerte del pariente, del vecino, el que hiere de manera profunda y acrecienta la impotencia, es el que recogen los boletines cotidianos que cuentan 15, 24, 28 muertos…

Todo agravado por el hecho de que hemos llegado a un punto muerto. Nada oficial indicador de iniciativas que den luz. Más allá de las previsiones conocidas (distanciamiento, mascarillas, lavado de las manos), a lo que asistimos es a un conteo diario de los positivos, y tristemente, de los fallecidos.

La gran esperanza, las vacunas, igual caen en ese desconcierto: tampoco hay información cierta. El gobierno no dice o no sabe cuándo llegarán. Dependemos de unos laboratorios ante los cuales nada se puede hacer. Y a decir verdad, sobre ellos pesan las presiones de los países ricos con capacidad de maniobra y mucho dinero, frente a los cuales no podemos competir.

Ahora resultamos agraciados en el sorteo de Covax, el programa de la Organización Mundial de la Salud que trata de gestionar algunas dosis para los países pobres. Según una fuente internacional, República Dominicana aparece con una reserva de 542 mil 400 dosis de la vacuna de AstraZeneca, que podrían llegar en “un par de semanas”.

La Oficina Panamericana de la Salud (OPS) recomienda a los gobiernos de la región que ante la posibilidad de que empiecen a llegar las dosis “se alisten”.

Sin embargo, aquí la población no conoce nada del plan de vacunación. Las autoridades lo guardan como un secreto de Estado, cuando debía ser de conocimiento general.

En fin, predomina la incertidumbre, solo asidos a la esperanza de que podría ocurrir algo, nadie sabe qué, porque no hay información calificada.

Ahora, hay que persistir, más que nunca antes, por cuenta de cada quién, de cada familia, de cada barrio, de cada entorno, de cada empresa, en tratar de evitar los contagios.

¡No hay de otra!

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