La presente semana, que comenzó el domingo 20 (inicio de la primavera) y finaliza mañana sábado 26 (Día Mundial del Clima), puede ser declarada de la Naturaleza por estar asociada a la atmósfera, a la geología de la Tierra, la materia y la energía.

Es que el lunes fue el Día Internacional de los Bosques y el martes Día Mundial del Agua. De ahí que se nos antoje denominarla Semana de la Naturaleza.

El Día Mundial del Clima, declarado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático efectuada en el año 1992, debe ser una jornada de reflexión sobre la necesidad de generar conciencia y sensibilizar acerca de su importancia y del impacto del cambio climático.

No podemos ser ajenos ni vivir de espaldas a los fenómenos del efecto invernadero, del calentamiento global, de la contaminación ambiental y de la sobreexplotación de los recursos naturales. Tampoco olvidar, ni por un instante, la afectación de la capa de ozono y su incidencia negativa en los ciclos naturales de la Tierra, porque está en riesgo la supervivencia del planeta.

Todo esto imbricado con la cada vez más alarmante y dramática deforestación y la muerte lenta de los ríos; con la necesidad de crear conciencia de que el agua se debe preservar en la escasez pero también en la abundancia, porque se agota y con ella desaparece la vida.

El Día Mundial del Clima se presenta propicio para llamar la atención de nuestra clase política sobre un tema como el cambio climático que quizá no sume votos, pero si se expresara voluntad por reducir la intensidad de las emisiones de dióxido de carbono, de gases de efecto invernadero, sería una apuesta de cara al futuro que resulta vital para la supervivencia de la nación dominicana.

Hay que asumir de manera más consciente este tópico; se debe comenzar por la escuela, desde la primera infancia, para que a ninguno de nuestros niños le quepa el dicho de que árbol que nace torcido jamás su tronco endereza.

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