En la larga prisión domiciliaria impuesta por la epidemia, me he percatado de que el merengue, nuestra histórica identidad musical ante el mundo, está en extrema agonía, mortalmente contaminado por un virus callejero que no es música, pues carece de melodía y armonía, con supuestos “cantantes” que se expresan en los más vulgares dicharachos. El más evidente síntoma de la extrema gravedad del auténtico merengue es que muy escasamente se oye en la radio, y a los buenos merengueros sólo se les menciona como referentes de un profundo pasado… Pero lo pasado es pasado (a veces, como es el caso, lamentablemente).

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