En este país cada quien, pobre, rico o mediano, carga su domingo con la felicidad que pueda, en la playa, en el parque, en la casa, en el cine o en la fiesta (eso sí, con mascarilla y guardando la distancia). El mejor domingo puede uno hacerlo como quiera. Pero, ¿qué mejor síntesis de la felicidad dominguera en esta isla que una mesa de dominó bajo la generosa sombra de una mata de mango, cuatro buenos tercios, un traguito de lo que sea en cada dominada, mucho hielo en la nevera, la mejor música para los recuerdos románticos y el aroma de un sancocho de siete carnes que hierve en la cocina?

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