Primero, la pregunta de todos: “¿Es que en este país no hay autoridad?” (para aplicar las sencillísimas leyes del tránsito, por ejemplo). Segundo, el asombro: “¡Es que aquí no hay autoridad!”(para silenciar el bocinón que no deja dormir). Tercero, la afirmación: “No tenemos autoridad alguna que haga respetar las leyes” (de ahí un país depredado, sucio, caótico, arrabalizado e inseguro). Entonces, se impone la primera pregunta que hace todo recién llegado: “¿Es que este país no tiene una ciudadanía que exija autoridad?”…Y se asombra cuando recibe la respuesta: “No. Porque aquí no hay ciudadanos, sino habitantes”).

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