Con trabajar en mangas de camisa, sin fatuas solemnidades; con comunicarse con la gente en todas partes; con no pelearse ni con sus enemigos; con no meterse para nada con la Justicia (ni siquiera con el Ministerio Público, dependencia del Poder Ejecutivo); con haberle hecho frente, con todos los “jierros”, al covid-19, y ponerlo en reversa; con alentar la recuperación económica; con no hacer politiquería partidista; con trabajar con gabinetes especializados… Con todo eso, Luis Abinader ha cambiado (¡Qué bueno!) la imagen de lejanos semidioses de los jefes de este Estado caribeño, por la de un simple funcionario público.

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