El sábado tuve un gran asombro. Les cuento: Conducía por una avenida cuando observo que un motorista se detiene frente al semáforo en rojo (“¡Qué curioso!”, pienso…y lo sigo). Vuelve a detenerse en el siguiente semáforo (“¿Será cierto lo que veo?”, me digo). Dos cruces más adelante, de nuevo se detiene a esperar que el semáforo cambie a verde, lo que no obedecían los otros motoristas (“Definitivamente algo extraordinario ocurre, pues entre dos millones de motoristas dominicanos por fin aparece uno civilizado!”, pienso)…Por lo que en el siguiente cruce me detuve a felicitarlo, y… (¡Oh, decepción!: el hombre era europeo).

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