Aquella fue una noche muy aburrida en Belén. Para empezar, no existían las tarjetas de crédito para comprar hoy y pagar después; ni el gobierno entregaba ningún doble sueldo; ni había un Viernes Negro para comprar barato; ni había una Milly Quezada para cantarle a Juanita; ni se ponían arbolitos iluminados y con brillantes bolitas; ni se abrían botellas para darse un buen jumo; ni tenían puercos para asar… Por eso, José y María no pudieron celebrar la Nochebuena en su humilde casita. (Y, además, los Reyes Magos no mandaron nada para la fiesta en grande que merecía quien estaba por nacer).

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