Cuando Duarte definió el gran ideal patrio jamás pasó por su mente la palabra “empleo”. Y cuando Mella, iracundo, prendió la chispa libertaria en la Puerta de la Misericordia con su trabucazo, no pensó ni por asomo en la palabra “contrata”. Dudo mucho que Sánchez, cuando retó el poder del tirano traidor, pensara en que quizá le tocaría el premio de una exoneración. Jamás aceptaré la idea de que Luperón empuñara su sable restaurador motivado en la palabra “porcentaje”. (Quizás pierda mi tiempo al hablar de todo eso, pero, de todos modos, ahí lo dejo. A ver si alguien se lo hace saber a todo falso patriota de la alta burocracia).
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