Si es cierto que uno es la reencarnación de quién sabe quién, en mi próxima vida me gustaría ser perro callejero sin nombre y sin rumbo fijo. Uno se ahorra, entre otras muchas cosas, problemas económicos, reprimir instintos naturales (por razones falsamente morales), pagar casa, transporte, diversiones, salud, lograr ser feliz en el amor con demasiados trámites legales y promesas de mediano y largo alcance, ropa, calzado y cepillarse todos los días… (Ser perro callejero es un gran salto reivindicativo, aunque haya que cargar unas cuantas pulgas y soportar de vez en cuando una que otra mentada de madre).

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