¿Qué será de las grandes inversiones que prometió cuando establecimos relaciones diplomáticas? ¿Qué será de ese prometido inmenso mercado para nuestros productos (suponiendo que nos compren una mínima parte de su consumo de plátano, yuca, aguacate y demás cosas que producimos? ¿Qué será de los diplomáticos chinos, a los que no hemos vuelto a ver en el Palacio Nacional saludando a Luis Abinader por cualquier motivo? (No sé de los chinos aquí. Pero, eso sí, en cuanto me encuentre con Roberto Santana, el dominicano que mejor entiende el mandarín, le voy a preguntar qué pasa, que no los vemos moverse en ninguna parte).

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