A casi tres años de su derrota en la final contra Toronto, Steve Kerr y los Warriors de Golden State tiene un pie en la última ronda de la campaña del mejor baloncesto del mundo.
Ha llovido bastante desde la primera corona en 2014-15 y mucha agua ha pasado por los túneles desde que el mundo se dio cuenta del poderoso núcleo que se formó con Wardell Stephen Curry II, Klay Alexander Thompson y Draymond Jamal Green.

Establecer un dominio de poco más de un lustro en la NBA no es paja de coco. Salir del círculo de poder y regresar al mismo, como es el caso en esta campaña, es digno de resaltar.

Kerr ha lucido como un maestro moviendo las fichas. No puedo pasar por alto que la sugerencia de Green y Curry en la serie contra Memphis de insertar a Kevon Looney en el quinteto que abre los partidos, ha dado beneficios.

Los de San Francisco están de regreso con su show. Defienden cuando hay que cerrar el aro, mantienen las ventajas, recortan las distancias, suelen salir a segar al oponente en el tercer período, en fin.

Y a pesar de lo expresado, creo que faltan por verse unos encuentros en los que esa maquinaria esté a toda capacidad. Mi punto es que han triunfado en choques en los que no han jugado por el libro.

Mucho crédito a Andrew Wiggings, cuyo potencial defensivo ha comenzado a dar frutos, a Jordan Poole y, por igual, tienen en nómina a Jonathan Kuminga, entre otros, con presente y futuro promisorios.

Mientras, sigue siendo la escuadra de Green, Thompson y el gran Curry, quienes se dirigen hacia una final como cuando arrancaron, que eran los tres de Golden State y sin la ayuda de Kevin Durant.

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