Llegó la 22 al compás del “Leña-Rebú”, expresión con que resumo el empuje constante de las Águilas Cibaeñas para superar adversidades y obtener el título invernal en la temporada del coronavirus.
Estaban debajo 0-2 ante los Toros, obligaron un séptimo partido y pasaron a la final, donde luego se vieron en déficit 1-3, pero la garra hizo acto de presencia, despertando a las aguerridas y envalentonadas. El resto es historia.

Esta corona tiene un sabor muy especial. En una coyuntura complicada por la pandemia que tiene al mundo a sus pies, no era tarea sencilla mantener los barcos a flote en el campeonato. Las Águilas lucharon contra viento y marea para culminar en lo más alto, abriéndose paso junto al Licey en la cima de la pelota local y silenciando por un buen rato a quienes pregunten que de quién es el Cibao.

La ofensiva de los amarillos dejó municiones para los momentos importantes en el tramo final. Fabricaron 22 carreras en los tres últimos juegos contra los Gigantes, que tendrán una larga espera hasta octubre luego de verse a un triunfo de su segundo título. Ayer, las primeras carreras de los hoy monarcas fueron cuadrangulares.

Primero Johan Camargo, un especialista en los juegos grandes; luego Juan Lagares, quien terminó como el Jugador Más Valioso, y después el palo que rompió el empate a dos que había proporcionado Lagares, un sabanazo de línea por el prado derecho de Luis Juárez, el criticado refuerzo mexicano que al final dio un palo “grande, grande”, como diría el incomparable Mendy López en una de sus memorables narraciones.

En el séptimo, se armó la revuelta que puso el partido a una distancia complicada para los dueños de casa, que pasaron por muchas situaciones difíciles al final.

Mucho crédito merece la plana mayor, encabezada por Quilvio Hernández, por igual su joven gerente Ángel Ovalles, y una felicitación muy especial para un caballero en toda circunstancia como lo es Félix Fermín, quien ahora es dueño de seis anillos en esta pelota.

El que gana es el que goza. Los peloteros de las Águilas dejaron todo en el terreno. Armaron su “Leña-Rebú” para el deleite de los seguidores de los reyes del Cibao.

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