Las interminables quejas sobre la actitud de las autoridades frente a los casos de corrupción casi siempre pasan por alto un detalle fundamental que les otorga una dimensión desconsoladora: la complicidad de grupos privados en esa práctica viciosa y destructiva. Con frecuencia se pretende justificar la evasión bajo el alegato de que los impuestos se los robarán en el Gobierno. Lo curioso es que la evasión, especialmente la de algunas modalidades impositivas como el ITBIS por ejemplo, equivale a robarse primero lo que se dice se robarán después los funcionarios públicos.

La evasión de ese impuesto supera miles de millones de pesos. En un artículo en elCaribe en noviembre del 2016, el economista Andrés Daujahre decía que en gran medida esa evasión se amparaba en un carnet de exención por donde se colaban compras y ventas no relacionadas con una gracia impositiva, de la que se aprovechan cientos de empresas, entre las que se encontrarían algunas de las más grandes y prestigiosas de la nación. Es lógico pensar que la revelación del economista no les era entonces desconocida a las autoridades, lo cual implicaría una dolorosa complicidad, en perjuicio del Estado y de la capacidad recolectora del Gobierno. Ilógico sería que esa situación continúe sin tomarse las medidas necesarias para ponerle término a una práctica que hemos sufrido por décadas, en detrimento de las arcas públicas.

Ahora que se habla nuevamente de reforma fiscal, se precisa de un abarcador acuerdo nacional que permita a la nación salir airosa del impostergable compromiso de llegar a un sistema impositivo justo, libre de inequidades, que fortalezca la capacidad recaudadora del sector público y dote a los sectores productivos de la estabilidad necesaria para impulsar el crecimiento de actividades económicas que promuevan el desarrollo y la generación de empleos. Solo bastaría un poco de coraje para alcanzarlo.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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