El más grande desafío que hoy encaramos, dentro de la crisis sanitaria y sus efectos en la economía, es el año educativo escolar por todo lo que representa y su enorme significado futuro. Es una prueba que exige una capacidad superior a la que nos ha permitido, en alguna medida, encarar con relativo éxito la pandemia y controlar la economía sobre la que el país ha acumulado muchas experiencias sobre la base de un crecimiento y una estructura sólida que nos ha convertido en la primera economía de todo el Caribe y Centroamérica.

No ocurre igual con el tema educativo. No tenemos experiencia alguna en un sistema de enseñanza virtual y no está del todo claro que el gigantesco esfuerzo desplegado baste para garantizar el éxito. No olvidemos que partimos desde una de las estructuras educativas más deficientes y obsoletas, que nos colocan incluso muy por debajo de nuestro pares de la región. De todas maneras, por esa razón, el compromiso nacional debe ser todavía mayor y toda diferencia o desacuerdo debe quedar marginado del esfuerzo.

El éxito de este programa de enseñanza virtual no puede medirse solo en función de sus primeros resultados, sino de su alcance y del nivel real de compromiso que fuera de toda duda asumamos los dominicanos, cada quien dentro de sus posibilidades verdaderas.

El triunfo de este novedoso programa no será tampoco el de un gobierno, como no lo serán tampoco sus tropiezos. Si se ve de esa manera lo primero no lograremos los objetivos y dudo que el compromiso sea entonces del nivel que todos esperamos.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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