Los datos más recientes de las encuestas que otorgan más de un 50% de las preferencias electorales a la reelección presidencial, revelan una característica asombrosa del carácter nacional; algo tanto o más importante que el pronóstico sobre las votaciones mismas. Las encuestas advierten acerca de evidentes y notables señales de un hasta ahora oculto masoquismo dominicano.
La observación viene de algunos de sus descubrimientos. El mismo pueblo que en un 60% dice que está muy mal, que entiende que está peor que antes en casi idéntica proporción y cree que la situación podría seguir empeorando, favorece en cambio en más de un 50%, lo suficiente para ganar en primera vuelta, al que por lógica natural pudiera ser señalado como responsable de sus quejas.
Otro dato relevante, digno de un estudio sociológico profundo que probablemente encuentre rasgos aún desconocidos del carácter del ciudadano común, es aquel que se desprende de las respuestas a la pregunta sobre la situación en que se encontraría el país al término del actual periodo. Poco más de un 20% menos de quienes entienden que las cosas marchan mal, estiman que desmejorará y afirman que se encuentran peor, cree, según la encuesta, que la situación está mejor que antes.
Las encuestas rigurosamente hechas suelen ser valiosos instrumentos de trabajo no sólo para los partidos y los candidatos, sino también para los negocios en la actividad privada. Reflejan realidades de un momento como proyecciones sobre preferencias o rechazos de una población hacia un futuro más o menos cercano, que pueden ser transformadas por eventos previsibles o inesperados. Aquí predicen el futuro, algo no del todo inconcebible si se vive en medio de un ambiente de masoquismo colectivo y del excesivo entusiasmo electoral que se respira. Cada día se aprende algo o muere alguien de espanto.