Cuando el presidente Luis Abinader escribió en su cuenta de Twitter una felicitación al cantante de música urbana conocido como El Alfa, por su presentación a casa llena en el Madison Square Garden de Nueva York, pensé que se trataba de un error inducido. Y creí que el mensaje sería inmediatamente borrado. No sé si me equivoqué en mi apreciación aunque ignoro si el mensaje fue borrado, por lo menos en las horas siguientes.

El texto presidencial exaltaba al artista como un modelo de éxito, al calificarlo como ejemplo y “orgullo” de la dominicanidad, o algo parecido. Estoy totalmente seguro que ese no es el criterio del presidente y que sus valores riñen con los del cantante, un título que tantos buenos artistas de la voz se han justamente ganado.
Eso me hace suponer, y espero no haber llegado a falsas conclusiones, que el texto le fue sugerido, para aprovechar políticamente la popularidad del popular personaje.

Mi opinión se basa en el hecho de que en la presentación en Nueva York se dieron escenas que si el mandatario hubiese visto antes, habría envido a freír espárragos a quien le presentara el texto mencionado. Y me atrevo a afirmarlo porque conozco al jefe del Estado y sé muy bien que sus valores son contrarios al texto de su desafortunado mensaje en Twitter.

El caso trae una lección muy importante y me da la impresión, por lo que he podido apreciar después, que el señor Abinader la ha aprendido. Un hombre en su posición debe desistir de coquetear con la popularidad todo el tiempo, porque su condición de Primer Magistrado de la Nación, título que ostenta mientras ocupe la Presidencia, le obliga a diferenciar entre lo justo y lo injusto; lo bien y lo mal hecho.

De manera que lo haya borrado o no, ese es el tipo de calificación que el presidente debería reservar a las grandes entregas al país, porque él, independientemente de lo que se piense de su gestión, es un hombre de valores muy distintos y eso me consta.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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