La tragedia del viernes pasado en la que al menos seis personas murieron o desaparecieron debido a los intensos aguaceros de tres horas sobre la ciudad de Santo Domingo, que paralizaron prácticamente todas sus actividades, plantea la necesidad de un vuelco completo en la agenda del gobierno. La falta de información acerca del clima, a pesar de la tecnología existente sobre la materia, hizo posible el desastre y puso en evidencia un alto nivel de negligencia oficial.
Buscarle ahora pretextos o justificaciones a la imprevisión que hizo posible el penoso balance, no sirve de mucho y el caso envía una señal al presidente Luis Abinader de los desafíos que deberá encarar en la etapa final de una administración que inició con muchas luces y va en camino de un gran apagón, tan solo similar a las intensas y frecuentes interrupciones del servicio eléctrico, sin duda uno de los talones de Aquiles de la administración del “Cambio”.
Al gobierno no le queda otra opción que modificar el rumbo por el que ha transitado y abandonar su alucinante inclinación a agotar tiempo y recursos en la vana búsqueda de una reforma constitucional, y de muchas otras, para las que no cuenta con apoyo suficiente y que le distraen de su obligación primaria de atacar problemas muy puntuales que afectan la vida diaria de la nación, como la grave e insufrible crisis del transporte, el aumento del costo de la vida, la abrupta caída de la competitividad de los productores agrícolas y de pollo.
Abinader tiene todavía tiempo para corregir sus errores, pero no mucho, y cada día que pierda le será más difícil reencontrar el camino perdido. Y seguir hablándole al país de “cuatro años más” puede ser un boomerang que le golpearía duramente.