En ese clima de tensión, Bosch expresó el temor de que Duvalier generara “nuevas violaciones de carácter irreparable contra las personas de los funcionarios que integran nuestra misión, contra los ciudadanos haitianos que se acogieron a nuestro asilo diplomático, y contra los ciudadanos dominicanos residentes en Haití, violencias que mi Gobierno se siente en la imperiosa necesidad de conjurar en cuanto esté a su alcance”.

La crisis se prolongó hasta mediados de mayo, aun cuando la intervención de la OEA alejó desde mucho antes la amenaza de un conflicto armado. En agosto, un fracasado intento de invasión a Haití revivió la rivalidad entre los dos gobiernos, sin alcanzar las dimensiones de una crisis internacional. Lo del 23 de septiembre fue otra cosa.

Las primeras informaciones sobre el nuevo incidente fronterizo fueron difundidas por Radio Santo Domingo en su boletín de las 6:30 de la mañana. Poco después, a las ocho, Bosch convoca a los jefes militares a una reunión.

Bosch y las Fuerzas Armadas ofrecerían con el tiempo versiones diferentes de lo acontecido ese día. En su libro Crisis de la Democracia, Bosch dice: “Pocos días antes del golpe de Estado, quizá tres días antes, me hallaba en mi despacho del Palacio Presidencial cuando a eso de las seis de la mañana me dijo el jefe de los ayudantes militares que los haitianos estaban atacando Dajabón, villa dominicana en la frontera del norte.

Efectivamente, en las calles de Dajabón caían balas que procedían del otro lado haitiano, de la Villa de Juana Méndez –Quanaminthem en el patois de Haití-, que queda frente a Dajabón, a menos, tal vez de dos kilómetros. Cuando la situación se aclaró, unas horas después, se supo la verdad: el general (León) Cantave había entrado en Haití de nuevo y había atacado la guarnición de Juana Méndez. El combate fue bastante largo, con abundancia de fuego de fusilería y ametralladoras”.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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