Tengo cientos de amigos que viven fuera del país y cuando tengo el chance de viajar al extranjero me dan el mejor de los tratos. Cuando algunos se enteran que estuve por esos lados y no le visité, “se quillan”.

Cada vez que me reúno con ellos, incluyendo familiares, son cherchas tremendas que se convierten en rumbas.
Al final siempre viene la pregunta esperada: ¿ y cuándo será su retorno a la patria?

Las respuestas pueden ser variadas, pero nunca se queda la siguiente: ¡Tú estás loco, quién va a vivir en ese matadero!

Y ahí se enciende el momento, con las más inverosímiles historias delictivas. Desde a una joven que la atracaron para robarle el pelo, hasta los asaltos de bancos.

Ni hablar del robo de celulares, los feminicidios y los hechos lamentables que vivimos en el día a día. Hay cosas estrambóticas que vuelan por las redes. Eso es horrible.

Esos dominicanos parecen ignorar su propio clima, sus playas, sus colmadones, discotecas, estadios y canchas deportivas, las noches del Malecón… en fin, las cosas buenas de nuestro país, incluyendo la estabilidad macroeconómica y la paz social que superan al resto de nuestros países vecinos.

O el mismo Estados Unidos, con sus hechos violentos como los mismos que ocurren aquí y que superan con tiroteos en escuelas, universidades, discotecas, conciertos, con saldos de víctimas espeluznantes.

Aunque al final esos encuentros terminan en buenas comidas y tragos, dejan estas reflexiones que comparto con ustedes mis amigos. Los de aquí y los de allá.

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