Por Tu Familia surge a raíz de entender la necesidad de llevar un aporte al núcleo principal de nuestra sociedad, que es precisamente la familia, como una forma de sostener, rescatar y mejorar las relaciones entre sus miembros. Es en el hogar donde cada uno de nosotros, desde el momento mismo de la concepción, crea las bases para un desarrollo sano de su personalidad, evitando así trastornos que muchas veces se detectan en momentos críticos, ya con daños en la salud mental de los individuos.

En repetidas ocasiones, por más de una década que llevamos cada semana ofreciendo orientación enfocada a la prevención de trastornos conductuales y mentales, hemos dado la recomendación de cuán necesario es aceptar cuándo uno de los miembros sin importar edad, muchas veces en la primera infancia, empieza a dar señales de que algo no anda bien. Existe una tendencia de parte de padres o tutores a no reconocer cuándo éstas se dan, que no sólo hay un problema, sino que se necesita ayuda profesional. Aunque se ha mejorado el tabú existente de quien acude a un especialista de esta línea, psiquiatra o psicólogo, queda el estigma de que es un enfermo, cuando al contrario a esto, acudir con las primeras manifestaciones es una medida a través de la cual se evita que evolucione en una condición donde ya sí tenemos sentado el daño.

Durante largos años, hasta la fecha, se ha hecho énfasis en cuanto al cuidado y prevención de enfermedades orgánicas, cómo alimentarnos, ejercitarnos, sin embargo, no se ha tomado en cuenta que la base para la estabilidad de tu cuerpo está centrada en cómo piensas, cómo interiorizas lo que ves, y así como la comida, de qué estás llenando tu cerebro y, en consecuencia, cómo todo esto afecta tu accionar.

Es lamentable vivenciar situaciones donde, por ejemplo, un hijo mata a su madre, y a la hermana se la mata el marido en apenas un año ambos eventos, donde el primero, quién era esquizofrénico, había amenazado muchas veces con ejecutar esa acción, pero no hacían caso. El segundo por igual, con celos patológicos, un joven menor de 30 años también había dado aviso, pero tampoco hacían caso. Esto se pudo haber evitado, así como tantos más, donde ante un cuadro psicótico, por ejemplo, con niveles de agresividad e incoherencia verbal, se confunda con irrespeto, soberbia, no obstante, tenemos un enfermo mental no identificado, aún por las propias autoridades.

Familias, por favor, acepten sus realidades, no las escondan ni nieguen. Abórdenlas y busquen ayuda.

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