Hace un tiempo, tuve una hermosa experiencia con una joven mujer.

Llegué a un lugar, y al saludar, ésta, con solo escuchar mi voz, se para y se voltea, mira hacia atrás con brazos abiertos, exclama: “¡Dios mío, Grecia, no puede ser! ¡Cuánto tiempo de no verte!”, dándome un abrazo, después de casi 20 años.

La identifico, me sorprende ver la expresión de gratitud, añoranza y afecto hacia mí, generando en mí una gran emoción. “Todos los días de mi vida te he recordado, porque, siendo una adolescente, me enseñaste y preparaste para lo que soy hoy. Tanto así que estudié medicina, pero me dedico al área de consejería, dirigida a los conflictos y su manejo en la etapa de adolescencia.

Recuerdo, en la primera sesión contigo, junto a mis padres, una pregunta que tardé en responder y que, al final, después de una hora respondí para salir de ti (se muere de la risa, y lanza una carcajada). “¿Cuál es la parte de tu cuerpo que más te gusta?”, pero, como me rechazaba completa, no encontré nada y terminé diciendo: “los ojos”; gran mentira, porque los encontraba horrorosos”. No deja de hablar, de nuevo me toma ambas manos reiterando que nunca tendrá con qué pagar la forma en que en el proceso terapéutico aprendió a aceptarse, amarse y prepararse para la vida, transformándose en lo que es hoy.

“Me encanta como soy. Te podría decir que soy una mujer realizada, sobre todo, aún viviendo tantos años en Europa, he podido mantener mis raíces, valorar cada vez más mi familia, mi país y, te reitero, casi en todas mis conferencias, y Dios lo sabe, cito mis experiencias poniéndote de ejemplo, para que los padres entiendan la importancia que tiene buscar ayuda profesional cuando ven que sus hijos están manejando situaciones que no están en sus manos resolver. Grecia, de lo poco que quería cuando me llevaron donde ti era morir, porque entendía que con mi “fealdad” no le iba a interesar a nadie. Mira el fruto hoy, de aquella joven, entre otras cosas, completamente jorobada, a ser una mujer que ama la vida, que entiende que hay que darse, pero también recibir, que ahora va a Amazonas a dar servicio con un equipo durante un año, de educación y salud a unos indígenas. Gracias, Grecia, por dejar tu huella en mi vida por siempre”.

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