Momentos

“Veo que viene un gran huracán a su país.”, “Espero puedan estar bien usted y su familia.”, “Estoy muy preocupado por ustedes, debido la amenaza de ese huracán tan peligroso.”,

“Veo que viene un gran huracán a su país.”, “Espero puedan estar bien usted y su familia.”, “Estoy muy preocupado por ustedes, debido la amenaza de ese huracán tan peligroso.”, “¡Ay Grecia!, me acabo de enterar que el terrible huracán Irma va a impactar las islas y también a la tuya, oraré por ustedes.”

Estas son expresiones manifestadas por personas conocidas, de las cuales algunas no he vuelto a ver por muchos años: un judío, una española, un griego y qué no decir de aquellos dominicanos que están en tierras extranjeras, mostrando solidaridad y preocupación.

Gobernantes y personalidades de naciones con gran desarrollo tecnológico y de seguridad han expresado su incapacidad ante tales eventos, como EE. UU., que de labios de su propio presidente se hizo petición de oración por su país. Días después, resurge otro huracán que terminó devastando pequeñas islas a afectadas hasta en 90% por el anterior, y al mirar la pantalla teníamos a la vez un terrible terremoto en México.

Ayer, a las 3:00 am, recibí la llamada de una señora que no he visto desde niña, para pedirme que, como cristiana que ha sabido que soy, ore por ella y los suyos, preocupados por la frecuencia de los terremotos últimamente. El mundo está aterrado por la forma en que la naturaleza se ha manifestado, a lo que yo llamo que “se reveló ante todos los abusos que el hombre ha ejecutado en todo el globo terráqueo, dañando el ecosistema que hoy se está intentando recuperar”.

Aquellos que conocemos lo que dice la palabra de Dios en Mateo 24, sabemos que estas cosas iban a ser señales dadas para los últimos tiempos, afirmación escrita hace miles de años, que hasta la propia ciencia está evaluando para sus investigaciones. En medio de todo esto, he visto cómo en todos los países, los seres humanos, por muy individualistas que aparenten, se unen a asistir y rescatar personas que están entre escombros, arriesgando sus vidas, personas que están expuestas a ahogarse por inundaciones, dando lo que pueden y hasta donde pueden; otros se solidarizan con recursos económicos y ofreciendo a allegados sus casas como refugio y protección. Por tanto, el amor no se ha perdido. Aprovechemos, para que esto nos sirva como ente de unidad en nuestra cotidianidad. ¡Cuán frágiles somos!

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