En nuestro país, el mes de julio es dedicado a los padres, ocasión propicia para traer una reflexión de cómo estamos llevando nuestra relación con nuestro progenitor, quien, juntamente con mamá, tuvo la absoluta facultad, otorgada por la propia naturaleza, de traer al mundo la persona que eres tú o soy yo.

Es cierto que en la República Dominicana es elevado el índice de “paternidad irresponsable”. Son muchos los que tienen que ser obligados por la justicia a asumir su responsabilidad como tales. Pero, también son muchos los que asumen el doble papel de papá y mamá, dedicándose a asumir todo lo que implica la formación emocional e integral, así como la manutención absoluta de los hijos. En la actualidad vemos, cómo padres jóvenes están en las salas de espera con sus niños, solos en los restaurantes; y les notas su respuesta afectiva con sólo verles el rostro.

Es probable que pasen semanas y meses, y ya tú adulto, envuelto en tus propias problemáticas te descuides y no sepas sobre la importancia y necesidad que éste tiene de tu presencia física y emocional para su vida. Paradójicamente, en este 2020 tendremos un Día de los Padres completamente diferente, donde a pesar de las circunstancias que esta viviendo el mundo de distanciamiento físico transitorio, tienes la oportunidad de convertirlo en el mejor momento para demostrarle aun a distancia cuánto le amas, cuánto te importa, cuánto le necesitas y cuán especial es para ti. Aun de manera virtual, el amor traspasa toda barrera de tiempo y espacio.

Todos aquellos que tienen la oportunidad de tenerlo presente, aprovéchenla; para darle todo aquello que muchas veces ellos no piden, como un “te quiero”, “te amo”, una expresión como: “Tú si me has enseñado”, “Te agradezco…”, etc. Recuerda que culturalmente se enseña que “los hombres no lloran”. Pero papá, no solo llora, sino necesita que tú le recuerdes que le amas.

En mi propia experiencia personal, fui amiga de mi papá, quien falleció en diciembre del 1999. Y, de verdad, nunca lo recuerdo como muerto, porque lo que tengo de él son los recuerdos de empatía, camaradería y amor que hubo entre ambos. Para mí, un papá es una figura que permanece, aun muerto, en forma viva, ocupando su espacio de forma tal que sus principios y convicciones permanecen firmes en mí como si aún estuviera con nosotros.

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