“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10). “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14:30-31). “Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40). “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” (Salmos 46:10).

Las circunstancias vividas por toda la humanidad en estos momentos nos permiten ver nuestra fragilidad, independientemente de si perteneces a un continente, país o ciudad avanzada, tercer mundo como nos llaman o en el más apartado rincón de esta tierra, donde como nunca ha existido la duda frente a un fenómeno pequeño cuyo nombre es virus COVID-19.

Desde el inicio de este espacio hemos dejado claro que quien escribe, en calidad de psicóloga, sobre todo respetando a aquellos que no creen (vivimos en una nación con libertad de culto), no solo le tiene su confianza depositada en Dios, sino que en el caminar de su vida ha aprendido a vivir por fe. Somos un pueblo creyente, tanto que nuestra Constitución en su preámbulo ante todo sostiene “invocando el nombre de Dios”, además de ser el único país del mundo en cuya bandera se encuentra un escudo donde lo primero que tiene escrito “Dios, Patria, Libertad” (destacando el orden en que lo dice) y una Biblia abierta con la cita en el evangelio de Juan 8:32: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

Hoy hemos querido iniciar resaltando lo que la palabra nos enseña sobre la confianza, seguridad, descanso en aquello donde están basados nuestros valores, la fe cristiana. Como señalamos, aquellos que no la profesan y hasta la niegan les respetamos su derecho. Pero, somos mayoría los que en el día a día dependemos, no de nuestras fuerza, no de nuestras capacidades intelectuales, no de las fortunas que tengamos o de aquello que carecemos, sino, por más que nos esforcemos, del poder de Dios. Dice la propia Biblia que el evangelio es locura para aquellos que no creen, pero los que sí creemos sabemos que las más grandes batallas se ganan de rodillas. Unámonos en oración por nuestro país.

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